viernes, 10 de julio de 2015

Tres jornadas en el Parque Nacional Y Natural de Doñana (Huelva).


Recordando.


     Quién me hubiera dicho en mi infancia, cuando veía embelesado en TVE la serie documental "El hombre y La Tierra", del inmortal y malogrado Félix Rguez. de La Fuente, los capítulos rodados en Doñana (Huelva), que algún día tendría la fortuna de poder visitar este parque nacional, con tanta asiduidad como lo hago ahora (suelo ir varias veces al año con la familia de vacaciones). Por aquel entonces, para mi, Doñana era poco menos que el paraíso terrenal (de las aves), un lugar místico, tal era la impresión que el genial naturalista y sus documentales causaron en mi. Aún todavía, a pesar del paso del tiempo, en mis caminatas por sus senderos y dunas, no puedo evitar pensar: "...estoy en Doñana, caray...".



Volviendo al sendero.

     
     Pues bien, quizás no todo el mundo sepa, que este conocido área protegida, tiene dos zonas diferenciadas: una parte es parque nacional, y la otra parque natural. Ambas son más o menos similares en tamaño. La primera está lógicamente más controlada, vallada, etc., y es la que alberga las zonas de mayor interés, obviamente. El acceso a las áreas del parque nacional, puede hacerse a través de los centros de recepción de visitantes (La Rocina, El Acebuche, etc.), donde puedes realizar libremente, pequeños recorridos a pie (sin salir de la pasarela) visitando observatorios. Por mi experiencia, y más allá de un tranquilo paseo, en dichas zonas no suele haber nada especial que no puedas ver en zonas igualmente públicas y accesibles, como en El Rocío, por ejemplo. Y la otra forma de visitar el parque nacional es a través de tours guiados por empresas locales en vehículos todo terrenos. Con ellos SÍ podrás acceder a zonas de gran interés, que de otra forma no podrás ver. 

    El área destinada a parque Natural, a pesar de estar vallada también, tiene menos limitaciones de acceso y de uso. Existen, por ejemplo, senderos que atraviesan dichas zonas, abiertos al público en general, que dan acceso a zonas de playa, como "La cuesta de Manelli", que luego comentaré. Las zonas de este tipo que yo he visitado, son de una indudable belleza, pero por lo demás, tampoco he logrado encontrar puntos ornitológicamente interesantes (por desgracia, las lagunas que figuran en los mapas, por ejemplo, suelen estar secas, y por tanto, sin las aves que podrían esperarse).

  Aún así, tras años recorriendo áreas próximas a Matalascañas y a la aldea del Rocío, casi siempre consigo encontrar rincones y senderos de interés, no suficientemente descritos o siquiera mencionados en mapas turísticos, accesibles al público libremente, bien para la Fotografía, bien para las aves, bien para ambas cosas. Esos son los que voy a describir aquí...





Primera jornada (05/07/15).


Centro de visitantes El Acebrón.


     Sí, es verdad, ya he dicho que los centros de visitantes no suelen ser demasiado interesantes en lo ornitológico (para lo que cabría esperar), pero este caso es distinto. Este centro de visitantes, no es una zona de acceso a observatorios, es en realidad un palacio que se edificó hace cosa de 60 años. La entrada es gratuita y libre. Merece la pena, por supuesto, entre otras cosas porque en la planta alta, existe un centro de interpretación de Doñana, donde se explica la historia del lugar. El acceso al mismo se realiza partiendo del centro de visitantes La Rocina. En la zona de parking de este último, hay una carretera asfaltada que conduce al mismo, unos 5 kms. más allá. No tiene pérdida. Cuidado con los Linces, eso sí, hay que conducir despacio y existen paneles informativos al pie de la carretera todo el trayecto indicándolo. Pues bien, dicha carretera lleva al pie de dicho palacio, que es un área de parking asfaltada, a partir de la cual, si se quiere llegar al mismo, habrá que caminar unos 300 metros. Este área de parking, es el punto de partida de mi ruta. 



Acceso al palacio de El Acebrón.



Empezamos. Silencio...


     Era la primera vez que intentaba una ruta a pie por esta zona (sólo había visitado el palacio). Pero siendo verano y sabiendo que ya desde bien temprano, el calor es insoportable, estaba claro que para la jornada a planificar, había que buscar una zona arbolada para tener sombra, algo de agua, para asegurar que haya aves, en este caso, el arroyo de La Rocina, y de libre acceso. Mirando el mapa vía Google, esta zona pintaba genial y cumplía los requisitos. 

   Ocho de la mañana. Mochila a la espalda y prismáticos y cámara desenfundados. Inicialmente pensaba rodear una charca artificial cercana al palacio, en busca de acuáticas y tal, pero he aquí que en una esquina de la explanada del parking, veo un par de paneles informativos y el comienzo de un sendero entarimado que se pierde entre la arboleda, en dirección al arroyo. No me lo pienso dos veces y en su lugar, por allí decido comenzar.


Comienzo del sendero peatonal y de la jornada.

      
     La vegetación era abundante e invadía la pasarela con frecuencia. La humedad también se percibía en el ambiente, por la proximidad del arroyo. Una maravilla en pleno y seco verano. Aquello prometía para ver insectívoras menudas, a saber cuáles. Y los primeros en aparecer fueron los Carboneros C. (Parus major), en grupitos, saltando de rama en rama, y cantarines. Miro al cielo y de casualidad se cruza una Espátula (Platalea leucorodia) a no mucha altura. 



Espátula (Platalea leucorodia).



    Sigo intentando encuadrar en los prismáticos alguna de las inquietas insectívoras que no paran de moverse entre la densa y oscura vegetación. Escucho un Mosquitero. Me paro y me aseguro. Sí, es un Mosquitero C. (Phylloscopus collybita). Ya me resulta familiar, pero para afinar, tiro del móvil y de la app de SEO "Aves de España", más que recomendable. Por la comarca donde vivo, como 250 kms. al norte, ya les había perdido la pista hacía tiempo, y aquí vuelvo a verlos. Interesante. "A ver cuántos más encuentro", me pregunto. A este le siguen varios Agateadores C. (Certhia brachydactyla) subiendo por el tronco de los árboles cercanos. También se les oye su diminuto canto. Algún Mirlo C. (Turdus merula) me sale al paso del suelo, espantado, con su característica "alarma", parece que se "chive" de mi presencia a todos los habitantes de la arboleda. De vez en cuando, a los lados de la pasarela, encuentro merenderos en la sombra, ideales para descansar, anotar, escuchar. También encuentro en el camino nuevas pasarelas de madera, colocadas en lugares donde hay que atravesar algún cauce de agua, casi forradas de maleza, en forma de preciosos túneles verdes que te invitan a entrar. Al pasar por este de la foto, salió muy próximo, corriendo y asustado, un Ciervo hembra (Cervus elaphus). El único mamífero, sea dicho de paso, con el que me topé, a parte de una Liebre Ibérica (Lepus granatensis).



Pasarela sobre el cauce del arroyo.


     Al pasar por unos densos arbustos, me topo con un pequeño grupo de Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala), que no paraban de moverse. Imposible que se presten a foto alguna. Poco más adelante también, con Currucas Mosquiteras (Sylvia borin), que ya me había parecido oír durante la jornada, y que ahora confirmaba. En lo alto de las copas, acto seguido, algo alejado, veo un Picogordo (Coccothraustes coccothraustes), muy afanado rozando el pico con las ramas, como afilándolo. Los Abejarucos (Merops apiaster), inconfundibles, también los había oído, pero tardé algo más en verlos debido al escaso cielo que podía ver desde el sendero. Y haciéndose algo de rogar para el día de hoy, escuché también el Cetia Ruiseñor (Cettia cetti).



Regreso por el mismo camino.


     Era ya algo más de las diez de la mañana, cuando decidí dar la vuelta, justo al llegar a uno de los varios árboles con cajas nido que encontré durante el camino. Ninguna parecía haber estado ocupada recientemente, por cierto. En este árbol, además, tuve la suerte de ver un Papamoscas Gris (Muscicapa striata), en el que destacaba ese pechito ligeramente rallado. Un ave que tampoco es que se prodigue mucho en mi cuaderno, dicho sea de paso. No digamos ya el Papamoscas Cerrojillo (Ficedula hypoleuca). También muy cerca, en una retama, una Estrilda (Estrilda astrild), confirmaba también aquello de la inevitable expansión de las aves exóticas. Y ya sobre el sendero entarimado recorrido antes, escucho de entre la vegetación más espesa, un Chochín (Troglodytes troglodytes), que ni me molesto en buscar ante lo imposible de la misión.



Cajas nido repartidas por el trayecto.


     A esas alturas del recorrido, lo único que echaba de menos era alguna que otra rapaz. Habrá días mejores, supongo, porque ese día lo que único que logré fue escuchar un Busardo Ratonero (Buteo buteo) en un claro de la arboleda en el recorrido de vuelta. Por lo demás, completé el cuaderno de campo con las siguientes especies, bastante comunes y abundantes por otro lado: Pinzón C. (Fringilla coelebs), Verderón C. (Chloris chloris) (sólo oído), Jilguero (Carduelis carduelis), Vencejo C. (Apus apus) y Avión C. (Delichon urbicum), este último, por cierto, tiene una notable colonia cerca, en la ermita de El Rocío, donde cría abundantemente y es fácil observar sus nidos.  

     Por último, y como no podía ser menos en verano, sabía que algún que otro reptil me podría encontrar. Y esta vez, lo que pude pillar a duras penas para tomarle al menos alguna instantánea, fue un ejemplar de Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus). He aquí la susodicha inquieta...



Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus).


    Diez de la mañana. Todavía quedaba algo de tiempo para visitar otra zona cercana y probar suerte...




Charca de La Boca (aldea de El Rocío).


     Cada vez que volvía a Doñana, y en particular, cada vez que pasaba por este charco, a las puertas de la famosa ermita, me prometía a mí mismo que durante la estancia, le dedicaría alguna jornada. La cantidad de aves que podían verse sin esfuerzo, bien merecía la pena. Pero luego, por esta o aquella razón, nunca se cumplía. Pues esta vez era algo más que una intención. Así que visto que sobraba algo de tiempo de la visita al centro de visitantes de El Acebrón, y por cercanía, esta era la ocasión de echar un primer vistazo. Dependiendo de cómo fuese la jornada, ya vendría más adelante en una jornada completa si fuese interesante. Así que, al pasar, memoricé las zonas con algo de agua (a esas alturas del año ya es bien escasa), y mirando mapas, escogí la zona a atacar. 

     Pues bien, paralelamente a la carretera que cruza por encima del arroyo La Rocina, hay un camino (no la antigua carretera, que también está, pero cortada y sin uso), y un puente accesible al público sin mayores problemas. El vehículo se puede dejar en este puntofrente a la puerta prácticamente del centro de visitantes La Rocina, y luego caminar como cien metros hasta ese puente. Ahí quedaba todavía algo de agua, y claro que había movimiento...



En cantidad y fácilmente.


     Pues eso. Ya simplemente acercándome, tenía sobre mi, Cigüeñas Blancas (Ciconia ciconia) y varios Milanos Negros (Milvus migrans). Uno de ellos, prácticamente no se movió en toda mi visita, de lo alto de un tendido eléctrico que tenía a mis espaldas. Incluso alguno más se acercó. Quizás estuviese esperando a que un servidor se fuera, y poder comer tranquilo.



Milano Negro (Milvus migrans).


     El puente, por fortuna, no creo que esté ni a dos metros por encima del agua, y tiene bastante vegetación en particular en el lado de la charca, con lo que puedes ocultarte con facilidad y trabajar a gusto con la óptica. Por cierto, está vallado, como parte del área restringida del parque nacional. Así que telescopio en mano, me puse a hacer un primer barrido de la zona. A cosa de cincuenta metros, y cerca del agua, había algunas reses, ganado suelto, y entre el mismo, cómo no, Garcillas Bueyeras (Bulbucus ibis), con el plumaje salpicado de tonalidades anaranjadas. Así como casi la mayoría de las aves que te puedes imaginar pudieran estar presentes en una charca: Garceta C. (Egretta garcetta), Lavandera C. (Motacilla alba), Golondrinas C. (Hirundo rustica), volando incansablemente a ras de agua. También las tenía como a tres metros posadas en los cables de un tendido eléctrico más cercano, aseándose, canturreando... Alguna Tarabilla C. (Saxicola torquata) se dejó ver junto a ellas. 




Estampa típica de Doñana, reses y aves en el agua.


    Siguiendo las orillas, pude observar también algún Andarríos Chico (Actitis hypoleucos), y una Focha (Fulica atra) inmadura, con el plumaje como desdibujado. Y las elegantes Garzas Reales (Ardea cinerea), a pocos metros de la orilla, "dardeando" el agua.



Garza Real (Ardea cinerea).


      Entre las anátidas no había gran variedad que digamos. Los siempre presentes Ánades Azulones (Anas plathyrrinchos), en su completa mayoría hembras (¿?), con alguna prole ya avanzada detrás de ellas. Y prácticamente lo mismo con Pato Colorado (Netta rufina), varias hembras y pollos muy avanzados que les seguían por donde fueran, recorriendo todos los rincones de la charca y puente.



Hembras de Pato Colorado (Netta rufina) a la izqda. y de Ánade Azulón (Anas Plathyrrinchos) dcha.


      Entre las zancudas, no podían faltar las Espátulas (Platalea leucorodia). Alguna tenía bien cerquita, abriendo y cerrando el pico sin parar buscando alimento cerca de la orilla, pero donde tenía un grupo más numeroso era como a trescientos metros, unas quince. Nunca he visto por esta zona grandes concentraciones, pero también es cierto que nunca faltan ejemplares en cualquier época del año.




Grupo de Espátulas (Platalea leucorodia).


     La única "sorpresilla", al menos para mi, fue encontrar, y bastante cerca, un grupo de Ánsares Comunes (Anser anser). Esta especie, suele ser bastante frecuente para mi en invierno en la zona donde vivo, pero ahora en verano, ciertamente es toda una sorpresa encontrármela. Ya he buscado algo de información al respecto, y parece ser que en Doñana, es uno de los sitios donde suele estar como parte de una población estable. Por algo es Doñana, claro...



Ánsar Común (Anser Anser).


     Así que, veredicto: se hace necesario volver en los siguientes días para mirar con más detenimiento, y quizás rastrear más zona (quizás siguiendo el camino y la valla del parque nacional).

Todas las fotos de la jornada aquí.



Segunda jornada (07/07/15).


Sendero Cuesta de Manelli.


    Para esta jornada, tenía planeado cambiar de paisaje y de ecosistema. Esta vez, buscaría zona de costa, para probar suerte con aves marinas, y también para dar más cancha a la cámara de fotos. En años anteriores, a lo largo de la costa, en zonas tranquilas como esta, he encontrado desde restos de barcos hundidos, embarcaciones abandonadas, con sus aparejos de pesca, etc., hasta tortugas de tamaño mediano muertas. Todo un perfecto decorado de sorpresas donde practicar a tu aire.

     Básicamente este sendero, enclavado en una zona que es parque natural, es un pasadizo entarimado de 1,2 kms., que da acceso a una zona de playa abierta al público, que reciben el nombre de los acantilados del Asperillo. Quizás en algunos puntos sobrepasen por poco los diez metros de altura. Las vistas son agradables, por supuesto, y por cierto, por su filo, suelen pasar a escasa altura, muchas gaviotas y milanos, sitio perfecto, por tanto, para esperar agazapado, y disparles algunas fotos. Dicho sendero, nace al pie de la A-494, que une Matalascañas y Mazagón, en concreto en este punto, donde hay una zona amplia destinada a parking, merenderos, etc. Al menos en verano, cobran por aparcar. No sabría decir cuánto, aunque, si llegas bien temprano, no suele haber nadie y al salir no te cobran. ;-)



Cartel informativo al comienzo del sendero.



     Una vez se deja el vehículo, se atraviesa una cerca metálica que está al fondo, al lado de un cartel informativo sobre la ruta, y ahí comienza la pasarela de madera, que te lleva, sin pérdida alguna, hasta la orilla del mar. Tras una breve pendiente inicial hacia arriba de unos pocos minutos, el resto de la ruta es pendiente abajo. El paseo (al menos a la ida), es de lo más agradable. Ya desde lo lejos, se ven los barcos faenando, Mazagón a un lado, etc. El paisaje, en su casi totalidad, son pinos y dunas hasta donde alcanza la vista.




Pasarela de acceso.


     Por mi parte, tomé salida a eso de las ocho de la mañana. Hacía media hora que había salido el sol y la luz, marcadamente anaranjada, lo decoraba todo. Poco o ningún movimiento de aves, mucho silencio. O mejor dicho, los pocos que ya se movían a esa hora, eran, casi en exclusiva, los Rabilargos, (Cyanopica cyanus), algunos claramente inmaduros. Es curioso, al menos para mi, que al llegar el verano, los córvidos en general, suelen ser bastante más abundantes que durante el resto del año, o al menos, se dejan con mucha más facilidad. A estos, le siguió algún que otro Vencejo C. (Apus apus), que parecía volar sin rumbo, y a poca altura. A poca distancia ya de los acantilados, y en la copa de unos pinos bajos, veo una silueta pequeña que destaca. Un joven Alcaudón Real (Lanius meridionalis), que tras verme, no permanece mucho en el mismo sitio, y sale disparado hacia la izqda. como veinte metros. 




Joven de Alcaudón Real (Lanius meridionalis).


     Tras llegar al final del entarimado, hay al menos dos escalinatas de madera, que salvan la pendiente de manera cómoda y segura. Y un chiringuito, cómo no, entre medio de ambas (aquí, casi en mitad de la nada).



Cartel informativo al borde del acantilado.


     Al llegar a pie de playa, la imagen es algo decepcionante. Sí, la zona a esa hora, todavía estaba tranquila, pero los restos de basura por todos lados, avisaban de las visitas pasadas y futuras. Parece mentira que estemos hablando de un entorno con la figura de parque natural. Muchos de estos restos, por cierto, procedentes de la actividad pesquera, como restos de bollas, redes de pesca, etc.




Restos en la orilla. Al fondo Mazagón.



     Por más veces que vengo, eso sí, la escena suele ser la misma, y no por eso pierde magia. Para los que vivimos en el interior, la amplitud del mar azul rompiendo en la orilla, el olor a sal y espuma, pisar la arena fresca a esas horas... Resultan de un placer indescriptible. La visión de algunos barcos medianos, cerca de la costa, faenando, tampoco suele faltar. Como en esta ocasión. Y evidentemente, allí que volaban alrededor, multitud de gaviotas, como no podía ser menos en toda escena marina que se precie. Otras estaban en la orilla, justo en frente de estas embarcaciones, como esperando su turno para acercarse. Y hacia ellas me dirigí, con la intención de observarlas con más detenimiento. Quizás las tuviese a un kilómetro, más o menos.




A pie de playa observando las gaviotas.


     Cuando ya las tenía a unos cien metros, empezaron a levantar el vuelo las más próximas, con lo cual preferí no acercarme más. Una pareja de Cuervos (Corvus corax), curiosamente estaba entre ellas, en el suelo. No podría precisar mucho más pero en su mayoría se veían Gaviotas Patiamarillas (Larus michaellis), algunas Gaviotas Sombrías (Larus fuscus) , Gaviotas Reidoras (Chroicocephalus ridibundus), cómo no, y también alguna Gaviota Cabecinegra (Larus melanocephalus), uno de las cuales, pasó más o menos cerca de mi posición.




Grupo de gaviotas frente a barcos de pesca.




Gaviota Cabecinegra (Larus melanocephalus).



      Mientras miraba por el telescopio, empecé a darme cuenta de que a mi alrededor, en la arena, había multitud de escarabajos de diferentes tamaños. Es muy curiosos porque aquí realmente abundan. Y además suelen dejar un rastro en la arena, muy característico, el cual suele dar mucho juego a interesantes fotografías. Además, también se acercaron un par de confiadas lagartijas, que parecían buscar la manera de introducirse en la mochila. Eran pequeñas, de no más de 10 cms. Y creo que he podido identificarlas como Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica)




Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica).


Multitud de escarabajos en la arena.


     Cuando ya eran cerca de las diez de la mañana, el calor que el sol ya empezaba a irradiar, hizo que despegase el ojo de la cámara de fotos, y me plantease recoger y tomar el camino de vuelta. Así que, vuelta a la pasarela y además tocaba pendiente hacia arriba. En el camino de regreso, por más que miraba, no encontré mucha vida que digamos. Algunas Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala) en unos arbustos muy localizados. Y una pequeña bandada de Abejarucos (Merops apiaster), como una veintena, ruidosos como siempre. Eso fue todo hasta regresar al vehículo, como media hora después...




Abejaruco (Merops apiaster).



     Una última reflexión. Todavía resulta incomprensible que, siendo como es pleno verano, la estación más seca obviamente, y además en un entorno con el valor de Doñana, haya individuos que se permitan el lujo de encender un cigarrillo en lugares como estos. No hace falta siquiera mencionar las consecuencias que tendría una colilla mal apagada...




Incomprensible.

Todas las fotos de la jornada aquí.


Tercera jornada (09/07/15).


(Vuelta a la...) Charca de La Boca.


     Cuando menos te lo esperas, en pleno verano, alguna mañana que otra, Doñana amanece con niebla. Y ese día tocó. A pesar de las dudas iniciales, decidí seguir adelante, porque, normalmente, suele desaparecer a poco de comenzar el día. Así que, siguiendo el plan inicial, volví a esta charca, justo donde la primera jornada, debajo del puente y por donde fluye el arroyo de La Rocina.




Arroyo de La Rocina y charca de La Boca.



Cartel sobre la carretera.


     Ocho de la mañana. Algo de fresco hoy para variar (era de agradecer). Nada más llegar, y a pesar de la niebla inicial, ya podían verse con más o menos claridad, algunas anátidas en el agua. Como treinta minutos después, el sol ya se dejaba ver en algunos huecos en el cielo, y la luz, ahora sí, permitía trabajar más decentemente, y a más distancia.

     En una primera visual al entorno, tenía frente a mi, un grupito de Espátulas (Platalea leucorodia), y alguna que otra Cigüeña C. (Ciconia ciconia). También varias Garzas Reales (Ardea cinerea) entremezcladas con Garcetas C. (Egretta garcetta).



Espátulas (Platalea leucorodia) y Cigüena C. (Ciconia ciconia) al fondo.



                                                                 Espátula (Platalea leucorodia) alimentándose.




Dos ejemplares de Garceta C. (Egretta garcetta).


     Siguiendo con el barrido por las orillas, no podían faltar los Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), curiosamente un grupo sólo de hembras, como en la anterior jornada. Justo debajo del puente, apareció una hembra de Pato Colorado (Netta rufina), muy confiada, donde el agua, por cierto, escaseaba y no tenía una pinta demasiado salubre. Algo más costó ver una Lavandera Boyera (Motacilla flava), que picoteaba en el barro y a la sombra, mucho más minúscula que el resto de vecinos de la charca. Por cierto, que ya ni recordaba la última vez que observé un ejemplar.



Grupo de hembras de Ánades Azulones (Anas platyrhynchos).



Hembra de Pato Colorado (Netta rufina).



Lavandera Boyera (Motacilla flava).


     Levanté un poco la vista del agua, por si había suerte con algún otro ave en las alturas o en las arboledas cercanas, rapaces quizás, algún aguilucho, etc., la asignatura pendiente de toda mi estancia, sin suerte nuevamente. Al igual que los días anteriores, los Milanos Negros (Milvus migrans) eran los únicos que cubrían el cupo, no faltaban en el entorno de la charca. Aparte, delante de mi y bien cerca, como llamando mi atención, 
en unos cables de corriente, tuve también toda la mañana multitud de ejemplares de Golondrina C. (Hirundo rustica), que no dejaban de ir y venir, y de canturrear. No por comunes dejan de ser vistosas, por lo menos para mi.




Milano Negro (Milvus migrans).




Grupo de Golondrina Comunes (Hirundo rustica).


     Las sorpresas, como suele pasar, suelen presentarse al final, y cuando menos tiempo te queda para variar. En una de las ocasiones, mientras escudriñaba la orilla con el telescopio terrestre y paré a descansar, me di cuenta de que a cosa de diez metros, en el mismo puente donde yo estaba, tenía ante mi, como salida de la nada, una Garcilla Cangrejera (Ardeola ralloides), de la que no me había percatado en absoluto. Aguantó delante de mi un par de minutos estoicamente, mientras usaba mi cámara.




Garcilla Cangrejera (Ardeola ralloides).


      Pero el premio gordo, al menos para mi curriculum, fue observar una especie rigurosamente nueva para mi cuaderno. En una de las ocasiones que venía observando la orilla de la charca, entre las otras zancudas, veo algo que me recuerda a una Gallineta Común (Gallinula chloropus) en primer término, pero que tras revisar la guía, identifico como Polluela Bastarda (Porzana parva), una hembra para ser exactos. Estas diminutas zancudas (en comparación con garzas y demás), son realmente difíciles de observar, y son bastante menos frecuentes que su pariente la Gallineta Común. Ya sólo por ella, mereció la pena la jornada de hoy! 




Hembra de Polluela Bastarda (Porzana parva).

Todas las fotos de la jornada aquí.


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