lunes, 20 de julio de 2015

Castillo de Alange (BA). Ruta circular por la cumbre.


Todo un clásico. 


     Si bien la semana anterior, hablaba de la cumbre de la Sierra de Arroyo de San Serván, como esa que siempre tenía en la agenda, y a la que nunca subía, con el castillo de Alange (cuya población es conocida por sus termas romanas), pasa todo lo contrario. Deben de ser pocos los paisanos que no hayan visitado el pueblo al menos, y seguramente también el castillo, cuyo nombre real es de "La Culebra", de orígenes árabes (s. IX). Es indiferente la época del año en que se visite la zona, porque siempre merece la pena. A las afortunadas panorámicas que ya podéis suponer, hay que sumar pinturas rupestres, rutas senderistas, restos arqueológicos, y por supuesto, toda la vida que regala el embalse que tiene a sus pies, de algo más de 800 hm3 de capacidad y sobre el río Matachel.

     En lo que nos ocupa, tanto el entorno de la población como del castillo, son de gran valor ornitológico. No en vano, forman parte de la zona ZEPA "Sierras Centrales y Embalse de Alange", y con todo merecimiento. Por sus riscos, es fácil observar durante todo el año rapaces como el Águila Real o el Águila de Bonelli, y carroñeras como los Buitres. Por las orillas del embalse, pueden verse multitud de limícolas, garzas, cormoranes, gaviotas, pagazas, etc. También es de destacar especialmente, la presencia, a lo largo del año, de hasta cinco especies de Vencejos: Común, Pálido, Real, Cafre y Moro. La iglesia de la población, por cierto, parece hecha ex profeso, para que aniden, dada la gran cantidad de agujeros en su fachada, que forman parte de su arquitectura original. Las presencia de varios tipos de Collalbas, también es aquí muy destacada.


Población de Alange. Vista desde la ladera del castillo.




Encarando la subida. 


     Dada la época del año en la que estamos, y como ya he comentado en rutas similares (sin un ápice de sombra), lo ideal para evitar las horas de más calor, es realizar una jornada matutina y volver tan pronto como el calor se haga presente. Esta ruta circular en torno a la cumbre, además, ya la he realizado anteriormente, y en unas tres horas se puede finalizar sin prisa alguna y con comodidad. Siguiendo este plan, a eso de las ocho de la mañana ya estaba al pie del sendero donde se inicia el trayecto. En dicho punto, existe un par de paneles informativos donde se muestra lo más relevante que podemos encontrar. En el panel horizontal, se describen restos de la muralla, castillo, etc. Y en el panel vertical, las aves más frecuentes y destacadas. Dicho esto, se puede iniciar el recorrido tanto por la derecha como por la izquierda de la peña que tenemos en frente, aunque se aconseja empezar por el lado izquierdo. Por lo demás, el sendero aún estando señalizado, no tiene pérdida alguna.



Inicio de ruta, entre los dos paneles y hacia la izqda. el sendero.



     Tras dar los primeros pasos sobre el sendero, aprecié una silueta conocida en unos cables eléctricos cercanos, a mi izquierda. Un Alcaudón Real (Lanius meriodionalis), que a poco de observarlo con los prismáticos, parece que se ve algo intimidado y se va ladera abajo, hacia el embalse. Ya tenía otras aves pequeñas, igualmente reconocibles, volando sin cesar, sobre mi cabeza. Tras prestarles un momento de atención, tomé nota de Avión Común (Delichon urbicum), Golondrina Común (Hirundo rustica), Golondrina Dáurica (Cecropis daurica) y Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris), estos últimos en mayor número. Es todo un desafío sacarles una foto decente. 



Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris). Distintivos puntos blancos sobre la cola.


Avión Común (Delichon urbicum), mucho menos presente en las proximidades de la cumbre.


     Tras un tramo de pendiente bastante pronunciada y jalonada de rocas, llegué a poco metros del antiguo aljibe, al pie de la muralla, y allí me detuve para tomar algo de aliento bajo un Acebuche. Y cómo no, para observar a mi alrededor. La primer rapaz del día no tardó en aparecer como viniendo del embalse, un solitario Milano Negro (Milvus migrans). Pero lo mejor, llegó al minuto. Al recorrer con los prismáticos la parte de cumbre que tenía a mi alcance, se cruzaron ¡un Rabilargo (Cyanopica cyanea) acosando a un Águila Real (Aquila chrysaetos) a ras de los matorrales! Como siempre, águilas y córvidos y su tradicional rivalidad. No fue más que un instante, pero qué instante. Además, siguiendo el perfil de la cima, y tal y como esperaba, no tardó en aparecer, destacando sobre las rocas, la silueta del Roquero Solitario (Monticola solitarius).



Roquero Solitario (Monticola solitarius) sobre las rocas.



     La parada aún dio para más. A mi derecha, había una zona de Almendros, quizás un antiguo huerto abandonado, donde los Abejarucos (Merops apiaster) no paraban de sonar y revolotear. Tenerlos a mi misma altura, me dio buenas opciones para conseguir alguna que otra foto decente de estas coloridas (cuasi tropicales) aves. Entre los matorrales, se movía discretamente alguna Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala), mucho más escasas que otras veces. También un Alcaudón Común (Lanius senator), parecía hacer guardia sobre las ramas más altas de los arbustos cercanos. Y por fin, empezaron a hacerse visibles los Vencejos, los tres más esperables, Vencejo Común (Apus apus), Vencejo Pálido (Apus pallidus) y Vencejo Real (Apus melba). Hasta ese momento, mis esperanzas de encontrar el Cafre, seguían intactas.



Abejaruco (Merops apiaster) apostado sobre un almendro.



Vencejo Pálido (Apus pallidus) sobrevolando alrededor.




Ya dentro del recinto amurallado.


     Tras esa provechosa parada, donde por cierto, probé los primeros frutos maduros de las Zarzamoras, retomé el camino por el arco que da acceso al interior de la muralla, la Puerta del Aljibe. Una zona de umbría, con más humedad y vegetación, donde el musgo y las hiedras están muy presentes en las grandes rocas que están al borde del estrecho sendero, el cual lleva irremediablemente, a la Puerta del Sol, un pequeño mirador orientado al este.




Zarzamora (Rubus fruticosus) con los primeros frutos maduros.



Puerta del Sol, mirador debajo del cual, continúa la ruta.



     El sendero, todavía más marcado y estrecho, discurría ahora horizontalmente entre piedras, por un tramo de poco más de cien metros, hasta llegar a la base del castillo. Ese trecho ofrecía la ventaja de la altura, y pude observar una Garceta Común (Egretta garcetta), volando paralelamente al sendero. También algunos Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo) se veían en el agua, próximos a la orilla que tenía pendiente abajo. Una pareja de Palomas Bravías (Columba livia) también hizo acto efímero de presencia. Así como algunos Herrerillos Comunes (Cyanistes caeruleus) entre los Acebuches que perfilaban el camino.


      Ya sólo quedaba una última pendiente antes de llegar a la cima. Y en la misma, lo que podemos encontrar es la Torre del Homenaje, de estructura cuadrada, a cuyo interior se puede acceder sin mayores problemas, y por cierto, carece de tejado alguno. En su interior, encontré restos varios de aves, sobre todo plumas de palomas. También muchas oquedades que no parecían haber tenido uso como nido. Poco más. Al borde del abismo, un torreón circular, con mejor aspecto visto desde fuera, que fue donde paré a descansar y a tomar algunas panorámicas. Es también un lugar aventajado para fotografiar las aves, dado que suelen pasar cerca y a menor altura, ofreciendo su dorso, parte que difícilmente puedes fotografiar en Vencejos, Golondrinas y Aviones, si no estás, obviamente, en lugares más elevados que ellos. También, de paso, facilita la identificación de algunos de estos.



Torre del Homenaje, en plena cima.



Golondrina Dáurica (Cecropis daurica), fotografiada desde el castillo.



Bajada por la cara norte.


    Diez y media de la mañana. Como era de esperar, ya éramos varios los visitantes en la cumbre, incluso de las cercanas también. No digamos de las orillas del embalse. Total, momento perfecto para empezar a bajar y como mucho estar en el punto de partida en una hora. De manera que, siguiendo las indicaciones presentes, descendí siguiendo una antigua calzada, que parte de la cara oeste de dicha cumbre. Desde ahí, podía apreciarse las cimas inferiores que ya decidí no visitar, así como las propias compuertas del embalse, y las sierras de La Gragera, La Moneda y Arroyo. Curiosamente, la semana anterior, las vistas eran a la inversa.



Cara oeste de la cima y bajada. Compuertas del embalse.


     El sendero, de piedra suelta como no podía ser menos, a no mucha distancia, giraba bruscamente hacia la derecha, buscando la cara norte, y se convirtió en un camino de cabras. No. No es un adjetivo gratuito. Es una descripción literal. Multitud de excrementos delataban a los inquilinos habituales. Sin embargo, este tramo, al menos para mi, fue el mejor de la ruta. Era más frondoso y arbolado, con más sombra, cosa de agradecer en verano. Los pájaros también sabían valorarlo porque, a diferencia de la otra cara, por aquí estaban más presentes (también son más difíciles de observar, ya que hay más donde ocultarse). Aparte, se pueden encontrar restos de antiguos huertos abandonados, con almendros, olivos, etc. Desde esta cara, si se mira hacia la pared de roca y cima, se ven restos de muralla en diferentes partes, así como roquedos perfectos para que aniden rapaces, diurnas y nocturnas, entre otros.



Cara norte. Vista hacia la cima. Roquedos.



Recta final.


     Curiosamente, en ese tramo de bajada, no pude apreciar, ave nueva alguna. Fue ya, justo en el tramo final, a la altura casi de los nuevos aljibes que abastecen a la población, cuando pude observar movimiento en las alturas. Por lo pronto, un par de Cigüeñas Comunes (Ciconia ciconia), sobrevolaban el pueblo. Una pareja de Cuervos (Corvus corax), vinieron de frente, siguiendo la ladera, y así continuaron. Una solitaria Tórtola Turca (Streptopelia decaocto), arrullaba sobre el aljibe. Un único (¿?) Verderón C. (Chloris chloris) apareció fugazmente sobre las rocas a mi derecha, ocultándose entre los matorrales. Pensándolo bien, no ha sido un día muy afortunado en insectívoras y pájaros menudos. Y por último, un Jilguero (Carduelis carduelis), se posó en uno de los últimos árboles cercanos al camino antes de que este terminase.



Jilguero (Carduelis carduelis) cercano al aljibe.


     Como última observación a destacar. Mencionar que, justo desde el punto donde comencé la ruta, al pie de los paneles informativos, pude observar una curiosa secuencia en el agua, en la porción de embalse que tenía en línea de visión. Y es que había un grupo considerable de Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo), quizás unos cuarenta o cincuenta, que parecían estar pescando, y justo encima, multitud de gaviotas (que desde allí no pude identificar), en torno a ellos, en importante algarabía. La escena me recordaba por momentos, a aquellas en las que, típicamente, las gaviotas siguen a los barcos de pesca, esperando poder llevarse algún bocado fácil de vez en cuando. No recuerdo haber presenciado un comportamiento similar anteriormente por parte de ambos.



Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo) rodeados de gaviotas.


     Y por cierto, como en anteriores ocasiones, no hubo suerte con los Vencejos más escurridizos, Cafre y Moro, y eso a pesar de la notable presencia de Golondrina Dáuricas (Cecropis daurica), cuyos nidos "usurpan" los Cafres. Quizás en próximas jornadas... ;-)




Todas las fotos de la jornada aquí.



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