lunes, 13 de julio de 2015

Ascenso a la sierra de Arroyo de San Serván (BA).


Por siempre en la agenda. 


     El verano es una de las estaciones del año en la que, de cara al senderismo, trekking, etc., parece poco menos que tradición, hacer rutas de montaña. La comarca de Tierra de Barros (BA), donde vivo, es prácticamente plana, de manera que hay que buscar en comarcas vecinas, alguna sierra donde cubrir esa necesidad. Y la sierra de Arroyo de San Serván, y su punto más alto en particular (610 metros), han sido desde siempre para mi, ese lugar eternamente pendiente en la agenda, al que no terminaba nunca de ir, por más que muchas amistades me animaban. Ahora además, con el aliciente de las aves, ganaba todavía más interés. Y es que, es sabido que en verano, muchas aves que el resto del año rondan las cumbres en la España más húmeda y del norte, visitan latitudes y altitudes más bajas en esta época del año. De manera, que, bueno, sin ser demasiado optimista, sí tenía al menos curiosidad por comprobar qué podría encontrar. Amén además de disfrutar de lo que seguro serían unas vistas muy dignas, y cómo no, tachar otra ruta de la agenda. 

     Algo más a destacar de esta zona y de su cumbre, es que forma parte del área ZEPA llamada "Sierras centrales y embalse de Alange". El punto más alto y destino final de mi ruta, se localiza aquí.




"Desayunando" una pendiente bien temprano. 


     El punto más alto de esta sierra, coronado por algunas antenas de comunicaciones, es bien conocido en la zona por ser todo un desafío para los amigos de las bicicletas, ya que se puede llegar a la cumbre siguiendo un camino de tierra y piedras, y recalco "piedras". De manera que como preveía compañía, y no digamos temperaturas tórridas, a las siete y cuarenta y cinco minutos, ya estaba preparado al pie de la peña. Suerte, por cierto, que además empezaba por la cara con sombra. Este fue el punto de partida, donde, por cierto, existe en panel informativo de la zona. Y una cosa más. Donde comienza (algo más atrás) dicha pista, hay un cartel que informa de que es un camino particular y no se permite la entrada de vehículos. 




Vista desde el punto de partida hacia la cima.



Panel informativo a pie del camino de ascenso.



     Pues bien. Nada más iniciar la ruta, a mi derecha escucho insistentemente algunas Codornices (Coturnix coturnix), que están siendo bastante frecuentes este verano allá donde vaya. El camino está rodeado de jaras, algunas todavía con flores. Su olor lo invade todo, pero es un olor agradable. Entre ellas, observo movimiento y compruebo que son Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala), prácticamente en exclusiva. Algún Carbonero C. (Parus major) se deja ver ya más adelante, cuando empiezan a aparecer más encinas y alcornoques. Curiosamente eso es cuanto veo y escucho hasta la misma cima.

     El trayecto no se hace pesado en absoluto. Las vistas cada vez son más agradecidas. Únicamente el último tramo requiere de mayor esfuerzo. Eso sí, el firme es un infierno, hay mucha roca suelta, y es realmente lo que dificulta la subida. A cosa de unos cien metros de alcanzar la cima, ya voy sudando a mares, y eso que el día amaneció hasta fresco. Y no son ni las ocho y cuarto de la mañana. Increíblemente, veo que el primer ciclista de la mañana, llega a mi altura. Nos saludamos con la voz a cual más "aflautada" por la fatiga. Adiós al primer puesto en la cima, y si había algún ave esperando, adiós también. Cinco minutos después, y un charco en la espalda, y ya estoy al pie de las antenas.




De dos a tres horas por delante. 


     Estaba descansando un poco, bebiendo agua, y sacando telescopio, cuando no tardo en ver posado cerca, la inconfundible silueta de un Roquero Solitario (Monticola solitarius). No parece sentirse acosado en absoluto y me deja tranquilamente mirarlo con detenimiento, hacerle fotos, etc. Esta era indudablemente, la primera de las aves que esperaba ver en este lugar. Y la profecía se cumplía.



Roquero Solitario (Monticola solitarius) apostado en los hierros.


     No me había movido todavía del sitio, mochila al suelo, cantimplora abierta... cuando veo, a cosa de diez metros, una pareja de diminutos pajarillos, saltando cerca del aire acondicionado de una de las casetas valladas. Al mirar con prismáticos, descubro entusiasmado, una pareja de Escribanos Montesinos (Emberiza cia), que están bebiendo en los conductos de dichas máquinas. Buenooo. Tirando de memoria, y a pesar del mucho territorio recorrido en mi región en todas las épocas del año, simplemente no había tenido la suerte de verlo en ningún lugar. Casualmente, en marzo de este mismo año, pero en la estación de esquí de La Covatilla (Béjar, Salamanca), había tenido la suerte de encontrarlos, pero por lo demás, es un ave bien escasa en mi cuaderno. Así que cumpliéndose en alguna medida mis pronósticos, algo es algo, y en una zona tan seca como esta y de montaña, otro ave propia de este terreno que me encuentro.



Escribano Montesino (Emberiza cia) bebiendo.


     El día empezaba de manera prometedora. No es que me hubiera encontrado un Treparriscos, un Roquero Rojo, Acentores, etc. etc., pero ya os digo yo que siendo esta una zona tan seca, y con sierras de tan poca entidad, ya es algo. 

     A estos Escribanos, le siguieron, en los tejados de las casetas, algunos ruidosos Herrerillos C. (Cyanistes caeruleus), varios de ellos inmaduros todavía. Y moviéndome por la cumbre, también salió asustado, un Mirlo C. (Turdus merula), que estaba bien agazapado entre los matorrales. 

     


Buscando otros objetivos.


     Si hay algún ave que ha demostrado cierta predilección por estas Sierras Centrales, Alange incluido, es el vencejo. No en vano, se han llegado a ver hasta cinco especies distintas: Común, Pálido, Real, Cafre y Moro. De manera que, como yo sabía por otros compañeros, que ahora mismo el Cafre se había visto recientemente, lo tenía como objetivo en la jornada. Echando un vistazo alrededor, vislumbré hasta dos "nubes", cada una de algo más de un centenar de vencejos, y me senté pacientemente a examinarlas por unos momentos. Identifiqué sin mayores problemas al Vencejo Común (Apus apus), y al Vencejo Pálido (Apus pallidus). Al cabo de un rato también un único ejemplar de Vencejo Real (Apus melba). Pero ahí quedó la cosa. Dado que tiene la peculiaridad de que cría usurpando los nidos de Golondrina Dáurica (Cecropis daurica), y que hasta entonces no había visto ninguna, quizás este área no fuese de su gusto.



Aunque algo difuso, multitud de vencejos varios volando en círculos.


     Ya eran casi las once de la mañana y prácticamente me había pateado todas las caras de la cumbre. De hecho, terminé de dar la vuelta completa y me encontré con los restos de una antigua ermita, que ya recordaba haber visto en el mapa, la ermita de San Germán y de San Serván. Obviamente no quedaba mucho de ella. Como suele pasar, las cuatro paredes y poco más. 




Restos ermita de San Gregorio y San Serván.


     Bajé un poco de esa posición y me desplacé hacia la cara este, y terminé en un mirador natural desde donde no creo que alcanzase con la vista, menos de 50 kms. en cualquier dirección. Todo un lujo para los sentidos.



Vista hacia el este. De dcha. a izqda.: Embalse de Alange, Sierra de La Gragera, Castillo de Alange y Sierra de Peñas Blancas.



                                      La misma panorámica ahora en video.
             


    Antes de comenzar a bajar, una bandada de Abejarucos (Merops apiaster) pasaron frente a mi. También algún Avión Común (Delichon urbicum), que ya me extrañaba no haber visto hoy. Y a más baja altura y a cierta distancia, una pareja de Águilas Reales (Aquila chrysaetos)planeaba incansablemente sobre los pastos, donde se las oía en ocasiones.



     

Bajada y regreso.


     Nada más tomar el camino, como a quince metros de la cumbre, encontré a los lados del mismo, entre las jaras, un grupo de diminutos y confiados Mitos (Aegithalos caudatus) que al subir no estaban. Algunos de ellos me pareció también inmaduro. Una especie que por otro lado, hacía meses que había dejado de ver, allá por la primavera, y que hoy volvían a aparecer. Sin duda, habían buscado zonas más frescas. Parecen casi de juguete estos Mitos...




Mito (Aegithalos caudatus) a pie del camino, cerca de la cumbre.


     El sol apretaba de lo lindo y la jornada ya no daba para mucho más. Apareció al final, alguna solitaria Golondrina Dáurica (Cecropis daurica) todavía por las zonas más altas. También otra pareja de Roqueros Solitarios (Monticola solitarius), que iban cambiando de roca, según me iba acercando. Prácticamente abajo, algún Jilguero (Carduelis carduelis) que otro, escaso a todas luces. Y a pie de sendero, una Cogujada Montesina (Galerida theklae), se hizo notar con su canto antes de acercarme.


     Faltaba ya poco para llegar, cuando pude ver a mi derecha, los efectos de un incendio que había ocurrido en la zona, como dos meses antes, y del que yo había sido testigo no muy lejos. Por aquel entonces, me eché a temblar, pensando en cuánto tardarían en sofocarlo. Y todavía no había ni hecho comenzar el verano.



Incendio de hace un par de meses.


     Doce de la mañana. Tras cuatro horas por la zona y haber quemado las calorías de ese día, y las del día siguiente, objetivo cumplido, una ruta menos y la curiosidad satisfecha al fin. Y por cierto, este fue el estado de las botas (ya bastante usadas), con el que llegué de vuelta al vehículo. Cuando os decía que el camino estaba en roca viva, no era un decir... ;-)





"Jubilación" forzosa de botas.


Todas las fotos de la jornada aquí.




2 comentarios :

  1. Impresionante las vistas desde la cima!! Y desde luego una buena jornada con varias especies no tan comunes (y bien cerca de 'casa'), muy bien! ;-)
    Por cierto, no hubo suerte para sacar alguna foto a la pareja de águilas reales? Sueles ver esta rapaz en tus salidas por la comarca?
    Suerte y a seguir 'radiando'!!

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  2. Sí que hice un par de fotos a las Águilas Reales, pero estaban tan lejos que no daban para mucho, ni con recortes y aumentando. Quizás para la próxima...

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