lunes, 27 de julio de 2015

Río Guadiana, cerca de Lobón (BA).


Donde hay agua, hay vida. 


     Qué gran verdad. En esta zona tan seca de España, en pleno verano, y con este calor, quien tenga intención de encontrar aves sin dificultad, lo tiene fácil. La mayoría se congrega en torno a nuestros ríos, arroyos o embalses. No sólo podremos observar aquellas que se reproducen en sus entornos, como anátidas, garzas, cormoranes, etc., sino también muchas otras que acuden diariamente a saciar su sed, así como mamíferos, por ejemplo. Sus orillas están llenos de huellas que los delatan. Sobra decir, que son lugares perfectos para una "emboscada", y conseguir algunas instantáneas...

     Pues bien. Los márgenes de los ríos Guadiana y Quebrada, cerca de la población de Lobón (BA), eran un lugar tan bueno como el que más, cercano y que además conocía más o menos de anteriores jornadas. Básicamente, hay multitud de altos eucaliptos en las orillas. El río tiene aquí ya un ancho considerable, no inferior a cincuenta metros. Y el resto de vegetación, es un mar de tierras de cultivo, un puzzle multicolor de parcelas dedicadas al tomate, al maíz, árboles frutales, etc. 


Remanso del río con juncales, aguas tranquilas y poca profundidad.



Primeros movimientos. 


     Quise empezar la jornada en un tranquilo recodo del río. Son lugares donde se puede encontrar a priori, gallinetas, garzas, pequeñas limícolas, y cómo no, anátidas. Siendo más ambiciosos alguna Polluela, los coloridos Morito (Plegadis falcinellus) o el Calamón (Porphyrio porphyrio), nunca se sabe. Y en las grandes arboledas, sentía curiosidad por comprobar, qué aves insectívoras y cantoras se alojaban allí.

     Lo primero que observé, sin embargo, nada más poner pie en tierra, fue un Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo), que me sobrevoló silencioso a media altura, ave también muy común en nuestras aguas interiores. A continuación me quedé inmóvil para prestar atención a los sonidos. Una vez te familiarizas con ciertos cantos o reclamos, descubres que es una manera tremendamente cómoda de detectar aves. Anoté entonces Oropéndolas (Oriolus oriolus), en el fondo de la arboleda, con ese trino aflautado tan reconocible. Lo mismo ocurrió con el Cetia Ruiseñor (Cettia cetti), bien presente como era de esperar, siempre tímido, pero si se tiene un poco de paciencia, termina dejándose ver. Quizás hubiese uno cada cincuenta metros. Así como con las Codornices (Coturnix coturnix)otra constante este verano a primeras horas del día sobre todo.

     Me acerqué a la orilla para buscar con detenimiento cerca del agua, en ambas orillas. Y hubo suerte. Un Avetorillo (Ixobrychus minutus) voló cosa de cincuenta metros a ras de agua, hasta posarse en los juncos a muy poca altura del agua. Había otro próximo, que caminaba y picoteaba en el agua poco profunda. Igual que este último, había otras dos Gallinetas Comunes (Gallinula chloropus), con similar comportamiento. Río abajo y volando a media altura, llegaron dos Pagazas Piconegras (Gelochelidon nilotica), que dieron media vuelta al pasar más o menos por mi posición. Solían volar repetidamente como en bucle infinito, sobre un tramo más o menos extenso del río, dando vueltas una y otra vez.


Primer tramo del río Guadiana al que me acerqué.



     Otros que tampoco faltaron, como era de esperar, eran los Martinetes (Nycticorax nycticorax). Conté hasta cuatro, posados en las ramas de las arboledas, asomados como a balcones al pie del agua. Sus cuerpos blancos contrastaban notoriamente con el verde de las hojas. Y como no podía ser menos, varias Garzas Reales (Ardea cinerea) pescaban tranquilamente donde el agua no cubría. Otras se posaban en los árboles cercanos, en un constante ir y venir.


Una de las muchas Garzas Reales (Ardea cinerea) presentes.
        
Martinete (Nycticorax nycticorax) a pie de agua.




Ahora a por insectívoras. 


     Había consumido la primera hora, y apenas había avanzado distancia alguna. No es que fuese la prioridad, pero tampoco quería perder la ocasión de rastrear y conocer más este área. Así que seguí por la orilla río arriba algunos metros, mientras la vegetación me lo permitió. Para mi decepción, había multitud de basura "dominguera", repartida por todos lados, debajo de los árboles, en el agua, restos de hogueras... Sobran los comentarios. 

     Llegué al poco, a un grupo de eucaliptos imponentes, cuya base estaba perfectamente custodiada por zarzas impracticables. De manera que, viendo y escuchando movimiento en dichos árboles, me quedé a cierta distancia y me oculté aceptablemente entre los matorrales cercanos, permaneciendo en silencio. Tanto la arboleda como los alrededores, dieron de sí bastante, y pude anotar como una docena de especies:

- Mirlo Común (Turdus merula).
- Estornino Negro (Sturnus unicolor).
- Abejaruco (Merops apiaster).
- Martín Pescador (2) (Alcedo atthis).
- Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
- Buitrón (Cisticola juncidis).
- Jilguero (Carduelis carduelis).
- Arrendajo (2) (Garrulus glandarius).
- Bengalí Rojo (Amandava amandava).
- Pico de Coral o Estrilda (Estrilda astrild).
- Golondrina Común (Hirundo rustica).
- Gorrión Moruno (Passer hispaniolensis).
- Pinzón Común (inmaduro) (Fringilla coelebs).

   Algunas notas. Me sorprendió gratamente la pareja de Arrendajos (Garrulus glandarius)De unos años para acá, no lo he observado por ningún lado, independientemente del hábitat, y siempre hablando de la provincia de Badajoz, y de la zona centro en particular, eso sí, que es por la que suelo moverme. Pero lo que me llamó especialmente la atención, fue la presencia destacada del Bengalí Rojo (Amandava amandava), siendo la insectívora más abundante con diferencia, y casi la exclusiva, encontrando contados individuos de las otras especies. Recordemos que esta colorida ave, de origen foráneo (sur de Asia), ha sido incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, aprobado por Real Decreto 1628/2011, de 14 de noviembre, estando prohibida en España su introducción en el medio natural, posesión, transporte, tráfico y comercio. Una más de las muchas aves introducidas artificialmente en el medio natural en España, como la Cotorra de Kramer (Psittacula krameri), Cotorra Argentina (Myiopsitta monachus), etc.



Otra arboleda cercana. 


     Me quedaba una última hora por delante más o menos, y a tiro de piedra, otra arboleda que parecía interesante. Tirando de Google Maps, resultó que a sus pies llegaba otro recodo del río Guadiana, así que no me lo pensé dos veces y tomé el camino que tenía al lado, y que me llevaba directo. Por el trayecto, encontré un poste que me indicó que el mismo formaba parte de la ruta GR 114, llamada Camino Natural del Guadiana. Buscando algo de información, resulta que además de ser una ruta que como su nombre indica, va paralela al río Guadiana desde su nacimiento, en la Laguna Blanca (Ciudad Real), recorre nada menos que 1.004 kms, hasta finalizar en Ayamonte (Huelva).


Poste indicativo de ruta GR 114.



     Tras recorrer unos doscientos metros, dejé el sendero y me aparté a la derecha, siguiendo ahora otro de baldosas de cemento, a la sombra de los eucaliptos y separado de la orilla como diez metros. La zona resultó estar repleta de merenderos, todos vacíos, aunque había algún coche cerca. En los árboles, se apreciaban sin esfuerzo, multitud de pequeños nidos, ahora vacíos, y algunos Herrerillos Comunes (Cyanistes caeruleus), saltando de rama en rama. Al avanzar algo más, el recodo de Guadiana que tenía a mi lado, de golpe se ensanchó y apareció en toda su amplitud, cerca de cien metros de ancho. Me aposté en la orilla, donde no tenía vegetación ni obstáculos delante, y tiré de telescopio. No tardé mucho en detectar en la orilla de enfrente, algunos Martinetes (Nycticorax nycticorax), destacando como los anteriores. Pero lo mejor fue divisar hasta tres Garzas Imperiales (Ardea purpurea), en constante movimiento de un lado para otro, con la tranquilidad que le daba la distancia que nos separaba. Fue todo un lujo verlas durante largo tiempo...


Garzas Imperiales (Ardea purpurea) en constante movimiento.

Nidos usados en la arboleda, posiblemente por Gorriones.



     Como no podía ser menos, también andaban cerca sus parientes cercanos, las Garzas Reales (Ardea cinerea). Un bonito desfile de contrastes, el que tenía frente a mi, los plumajes de unas y otras.



Garza Real (Ardea cinerea) algo desconfiada, mirando desde lo lejos.
     

Ahora en video...


     
     La nota curiosa esta vez la puso mi vecino, un pescador que tenía orilla adelante como treinta metros y que, al igual que esta garza, no estaba del todo tranquilo con mi presencia, y vino a saludarme, un escueto: "... Ehhh, hola...", mirarme de arriba a abajo, comprobar con la mirada los bultos que llevaba, e irse por donde vino, sin más. Esto del "pajareo", da para muchas anécdotas, y para un capítulo en exclusiva, al tiempo.



Retorno. 


     Volví sobre mis pasos, prácticamente deshaciendo el camino andado. Todavía expectante ante la posibilidad de que apareciese algún ave interesante, miré a mi alrededor a media altura, en particular sobre el campo de maíz que tenía a mi derecha. Nada. Al pasar sobre la primera arboleda que visité a primera hora, pude escuchar un Busardo Ratonero (Buteo buteo), algo más alejado, cerca del río seguramente. Ese día, no había tenido suerte alguna con las rapaces, ni milanos, cernícalos, aguiluchos... Uhm... No me parecía ni normal. 

     Estaba ya al lado del vehículo cuando caí en la cuenta de que, a cosa de cincuenta metros, había visto nada más llegar a primera hora, un pescador en una charca, y quise acercarme ahora que no se veía nadie. Nunca se sabe. No observé apenas movimiento por las orillas, a pesar de haber abundantes setos, árboles... y flores. Estaba rodeada de grandes matas de flores rosáceas, denominadas Arroyuelas (Lythrum salicaria). En una de ellas observé, algo impresionado, una abeja o avispa de tamaño considerable, como de cinco o seis centímetros, y por un momento llegué a pensar que eran las famosas Avispas Chinas (Vespa velutina). Al buscar información más tarde, averigüé que en realidad se trataba de un Avispón (Megascolia maculata flavifrons), especie totalmente autóctona, aunque no demasiado común. Bastante menos peligrosa, aunque de dolorosa picadura (eso ya lo imaginaba viendo el tamaño).


Avispón (Megascolia maculata flavifrons).




     Ya había pasado más tiempo en aquel lugar del que tenía pensado quedarme, pero me costaba regresar. Como tantas otras veces, esperaba que en el último momento, apareciese lo mejor del día, el suceso inesperado, la cita que sobrepasaba a todas las anotadas hasta ese día. Así que, prometiéndome a mi mismo, que encontrara lo que encontrara, sería poco tiempo ("...diez minutos, no más, una panorámica sobre la orilla del río, lo juro..."), me acerqué justo al lugar de partida de la jornada. Encontré varias Garzas Reales (Ardea cinerea) equidistantes justo en frente, pescando con total tranquilidad. Poco más. Un sol plomizo y un aire tórrido, no daba muchas más opciones, ni a los pájaros, ni a los "pajareros". 




Última foto del día. Fin de jornada.


Todas las fotos de la jornada aquí.



lunes, 20 de julio de 2015

Castillo de Alange (BA). Ruta circular por la cumbre.


Todo un clásico. 


     Si bien la semana anterior, hablaba de la cumbre de la Sierra de Arroyo de San Serván, como esa que siempre tenía en la agenda, y a la que nunca subía, con el castillo de Alange (cuya población es conocida por sus termas romanas), pasa todo lo contrario. Deben de ser pocos los paisanos que no hayan visitado el pueblo al menos, y seguramente también el castillo, cuyo nombre real es de "La Culebra", de orígenes árabes (s. IX). Es indiferente la época del año en que se visite la zona, porque siempre merece la pena. A las afortunadas panorámicas que ya podéis suponer, hay que sumar pinturas rupestres, rutas senderistas, restos arqueológicos, y por supuesto, toda la vida que regala el embalse que tiene a sus pies, de algo más de 800 hm3 de capacidad y sobre el río Matachel.

     En lo que nos ocupa, tanto el entorno de la población como del castillo, son de gran valor ornitológico. No en vano, forman parte de la zona ZEPA "Sierras Centrales y Embalse de Alange", y con todo merecimiento. Por sus riscos, es fácil observar durante todo el año rapaces como el Águila Real o el Águila de Bonelli, y carroñeras como los Buitres. Por las orillas del embalse, pueden verse multitud de limícolas, garzas, cormoranes, gaviotas, pagazas, etc. También es de destacar especialmente, la presencia, a lo largo del año, de hasta cinco especies de Vencejos: Común, Pálido, Real, Cafre y Moro. La iglesia de la población, por cierto, parece hecha ex profeso, para que aniden, dada la gran cantidad de agujeros en su fachada, que forman parte de su arquitectura original. Las presencia de varios tipos de Collalbas, también es aquí muy destacada.


Población de Alange. Vista desde la ladera del castillo.




Encarando la subida. 


     Dada la época del año en la que estamos, y como ya he comentado en rutas similares (sin un ápice de sombra), lo ideal para evitar las horas de más calor, es realizar una jornada matutina y volver tan pronto como el calor se haga presente. Esta ruta circular en torno a la cumbre, además, ya la he realizado anteriormente, y en unas tres horas se puede finalizar sin prisa alguna y con comodidad. Siguiendo este plan, a eso de las ocho de la mañana ya estaba al pie del sendero donde se inicia el trayecto. En dicho punto, existe un par de paneles informativos donde se muestra lo más relevante que podemos encontrar. En el panel horizontal, se describen restos de la muralla, castillo, etc. Y en el panel vertical, las aves más frecuentes y destacadas. Dicho esto, se puede iniciar el recorrido tanto por la derecha como por la izquierda de la peña que tenemos en frente, aunque se aconseja empezar por el lado izquierdo. Por lo demás, el sendero aún estando señalizado, no tiene pérdida alguna.



Inicio de ruta, entre los dos paneles y hacia la izqda. el sendero.



     Tras dar los primeros pasos sobre el sendero, aprecié una silueta conocida en unos cables eléctricos cercanos, a mi izquierda. Un Alcaudón Real (Lanius meriodionalis), que a poco de observarlo con los prismáticos, parece que se ve algo intimidado y se va ladera abajo, hacia el embalse. Ya tenía otras aves pequeñas, igualmente reconocibles, volando sin cesar, sobre mi cabeza. Tras prestarles un momento de atención, tomé nota de Avión Común (Delichon urbicum), Golondrina Común (Hirundo rustica), Golondrina Dáurica (Cecropis daurica) y Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris), estos últimos en mayor número. Es todo un desafío sacarles una foto decente. 



Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris). Distintivos puntos blancos sobre la cola.


Avión Común (Delichon urbicum), mucho menos presente en las proximidades de la cumbre.


     Tras un tramo de pendiente bastante pronunciada y jalonada de rocas, llegué a poco metros del antiguo aljibe, al pie de la muralla, y allí me detuve para tomar algo de aliento bajo un Acebuche. Y cómo no, para observar a mi alrededor. La primer rapaz del día no tardó en aparecer como viniendo del embalse, un solitario Milano Negro (Milvus migrans). Pero lo mejor, llegó al minuto. Al recorrer con los prismáticos la parte de cumbre que tenía a mi alcance, se cruzaron ¡un Rabilargo (Cyanopica cyanea) acosando a un Águila Real (Aquila chrysaetos) a ras de los matorrales! Como siempre, águilas y córvidos y su tradicional rivalidad. No fue más que un instante, pero qué instante. Además, siguiendo el perfil de la cima, y tal y como esperaba, no tardó en aparecer, destacando sobre las rocas, la silueta del Roquero Solitario (Monticola solitarius).



Roquero Solitario (Monticola solitarius) sobre las rocas.



     La parada aún dio para más. A mi derecha, había una zona de Almendros, quizás un antiguo huerto abandonado, donde los Abejarucos (Merops apiaster) no paraban de sonar y revolotear. Tenerlos a mi misma altura, me dio buenas opciones para conseguir alguna que otra foto decente de estas coloridas (cuasi tropicales) aves. Entre los matorrales, se movía discretamente alguna Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala), mucho más escasas que otras veces. También un Alcaudón Común (Lanius senator), parecía hacer guardia sobre las ramas más altas de los arbustos cercanos. Y por fin, empezaron a hacerse visibles los Vencejos, los tres más esperables, Vencejo Común (Apus apus), Vencejo Pálido (Apus pallidus) y Vencejo Real (Apus melba). Hasta ese momento, mis esperanzas de encontrar el Cafre, seguían intactas.



Abejaruco (Merops apiaster) apostado sobre un almendro.



Vencejo Pálido (Apus pallidus) sobrevolando alrededor.




Ya dentro del recinto amurallado.


     Tras esa provechosa parada, donde por cierto, probé los primeros frutos maduros de las Zarzamoras, retomé el camino por el arco que da acceso al interior de la muralla, la Puerta del Aljibe. Una zona de umbría, con más humedad y vegetación, donde el musgo y las hiedras están muy presentes en las grandes rocas que están al borde del estrecho sendero, el cual lleva irremediablemente, a la Puerta del Sol, un pequeño mirador orientado al este.




Zarzamora (Rubus fruticosus) con los primeros frutos maduros.



Puerta del Sol, mirador debajo del cual, continúa la ruta.



     El sendero, todavía más marcado y estrecho, discurría ahora horizontalmente entre piedras, por un tramo de poco más de cien metros, hasta llegar a la base del castillo. Ese trecho ofrecía la ventaja de la altura, y pude observar una Garceta Común (Egretta garcetta), volando paralelamente al sendero. También algunos Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo) se veían en el agua, próximos a la orilla que tenía pendiente abajo. Una pareja de Palomas Bravías (Columba livia) también hizo acto efímero de presencia. Así como algunos Herrerillos Comunes (Cyanistes caeruleus) entre los Acebuches que perfilaban el camino.


      Ya sólo quedaba una última pendiente antes de llegar a la cima. Y en la misma, lo que podemos encontrar es la Torre del Homenaje, de estructura cuadrada, a cuyo interior se puede acceder sin mayores problemas, y por cierto, carece de tejado alguno. En su interior, encontré restos varios de aves, sobre todo plumas de palomas. También muchas oquedades que no parecían haber tenido uso como nido. Poco más. Al borde del abismo, un torreón circular, con mejor aspecto visto desde fuera, que fue donde paré a descansar y a tomar algunas panorámicas. Es también un lugar aventajado para fotografiar las aves, dado que suelen pasar cerca y a menor altura, ofreciendo su dorso, parte que difícilmente puedes fotografiar en Vencejos, Golondrinas y Aviones, si no estás, obviamente, en lugares más elevados que ellos. También, de paso, facilita la identificación de algunos de estos.



Torre del Homenaje, en plena cima.



Golondrina Dáurica (Cecropis daurica), fotografiada desde el castillo.



Bajada por la cara norte.


    Diez y media de la mañana. Como era de esperar, ya éramos varios los visitantes en la cumbre, incluso de las cercanas también. No digamos de las orillas del embalse. Total, momento perfecto para empezar a bajar y como mucho estar en el punto de partida en una hora. De manera que, siguiendo las indicaciones presentes, descendí siguiendo una antigua calzada, que parte de la cara oeste de dicha cumbre. Desde ahí, podía apreciarse las cimas inferiores que ya decidí no visitar, así como las propias compuertas del embalse, y las sierras de La Gragera, La Moneda y Arroyo. Curiosamente, la semana anterior, las vistas eran a la inversa.



Cara oeste de la cima y bajada. Compuertas del embalse.


     El sendero, de piedra suelta como no podía ser menos, a no mucha distancia, giraba bruscamente hacia la derecha, buscando la cara norte, y se convirtió en un camino de cabras. No. No es un adjetivo gratuito. Es una descripción literal. Multitud de excrementos delataban a los inquilinos habituales. Sin embargo, este tramo, al menos para mi, fue el mejor de la ruta. Era más frondoso y arbolado, con más sombra, cosa de agradecer en verano. Los pájaros también sabían valorarlo porque, a diferencia de la otra cara, por aquí estaban más presentes (también son más difíciles de observar, ya que hay más donde ocultarse). Aparte, se pueden encontrar restos de antiguos huertos abandonados, con almendros, olivos, etc. Desde esta cara, si se mira hacia la pared de roca y cima, se ven restos de muralla en diferentes partes, así como roquedos perfectos para que aniden rapaces, diurnas y nocturnas, entre otros.



Cara norte. Vista hacia la cima. Roquedos.



Recta final.


     Curiosamente, en ese tramo de bajada, no pude apreciar, ave nueva alguna. Fue ya, justo en el tramo final, a la altura casi de los nuevos aljibes que abastecen a la población, cuando pude observar movimiento en las alturas. Por lo pronto, un par de Cigüeñas Comunes (Ciconia ciconia), sobrevolaban el pueblo. Una pareja de Cuervos (Corvus corax), vinieron de frente, siguiendo la ladera, y así continuaron. Una solitaria Tórtola Turca (Streptopelia decaocto), arrullaba sobre el aljibe. Un único (¿?) Verderón C. (Chloris chloris) apareció fugazmente sobre las rocas a mi derecha, ocultándose entre los matorrales. Pensándolo bien, no ha sido un día muy afortunado en insectívoras y pájaros menudos. Y por último, un Jilguero (Carduelis carduelis), se posó en uno de los últimos árboles cercanos al camino antes de que este terminase.



Jilguero (Carduelis carduelis) cercano al aljibe.


     Como última observación a destacar. Mencionar que, justo desde el punto donde comencé la ruta, al pie de los paneles informativos, pude observar una curiosa secuencia en el agua, en la porción de embalse que tenía en línea de visión. Y es que había un grupo considerable de Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo), quizás unos cuarenta o cincuenta, que parecían estar pescando, y justo encima, multitud de gaviotas (que desde allí no pude identificar), en torno a ellos, en importante algarabía. La escena me recordaba por momentos, a aquellas en las que, típicamente, las gaviotas siguen a los barcos de pesca, esperando poder llevarse algún bocado fácil de vez en cuando. No recuerdo haber presenciado un comportamiento similar anteriormente por parte de ambos.



Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo) rodeados de gaviotas.


     Y por cierto, como en anteriores ocasiones, no hubo suerte con los Vencejos más escurridizos, Cafre y Moro, y eso a pesar de la notable presencia de Golondrina Dáuricas (Cecropis daurica), cuyos nidos "usurpan" los Cafres. Quizás en próximas jornadas... ;-)




Todas las fotos de la jornada aquí.



lunes, 13 de julio de 2015

Ascenso a la sierra de Arroyo de San Serván (BA).


Por siempre en la agenda. 


     El verano es una de las estaciones del año en la que, de cara al senderismo, trekking, etc., parece poco menos que tradición, hacer rutas de montaña. La comarca de Tierra de Barros (BA), donde vivo, es prácticamente plana, de manera que hay que buscar en comarcas vecinas, alguna sierra donde cubrir esa necesidad. Y la sierra de Arroyo de San Serván, y su punto más alto en particular (610 metros), han sido desde siempre para mi, ese lugar eternamente pendiente en la agenda, al que no terminaba nunca de ir, por más que muchas amistades me animaban. Ahora además, con el aliciente de las aves, ganaba todavía más interés. Y es que, es sabido que en verano, muchas aves que el resto del año rondan las cumbres en la España más húmeda y del norte, visitan latitudes y altitudes más bajas en esta época del año. De manera, que, bueno, sin ser demasiado optimista, sí tenía al menos curiosidad por comprobar qué podría encontrar. Amén además de disfrutar de lo que seguro serían unas vistas muy dignas, y cómo no, tachar otra ruta de la agenda. 

     Algo más a destacar de esta zona y de su cumbre, es que forma parte del área ZEPA llamada "Sierras centrales y embalse de Alange". El punto más alto y destino final de mi ruta, se localiza aquí.




"Desayunando" una pendiente bien temprano. 


     El punto más alto de esta sierra, coronado por algunas antenas de comunicaciones, es bien conocido en la zona por ser todo un desafío para los amigos de las bicicletas, ya que se puede llegar a la cumbre siguiendo un camino de tierra y piedras, y recalco "piedras". De manera que como preveía compañía, y no digamos temperaturas tórridas, a las siete y cuarenta y cinco minutos, ya estaba preparado al pie de la peña. Suerte, por cierto, que además empezaba por la cara con sombra. Este fue el punto de partida, donde, por cierto, existe en panel informativo de la zona. Y una cosa más. Donde comienza (algo más atrás) dicha pista, hay un cartel que informa de que es un camino particular y no se permite la entrada de vehículos. 




Vista desde el punto de partida hacia la cima.



Panel informativo a pie del camino de ascenso.



     Pues bien. Nada más iniciar la ruta, a mi derecha escucho insistentemente algunas Codornices (Coturnix coturnix), que están siendo bastante frecuentes este verano allá donde vaya. El camino está rodeado de jaras, algunas todavía con flores. Su olor lo invade todo, pero es un olor agradable. Entre ellas, observo movimiento y compruebo que son Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala), prácticamente en exclusiva. Algún Carbonero C. (Parus major) se deja ver ya más adelante, cuando empiezan a aparecer más encinas y alcornoques. Curiosamente eso es cuanto veo y escucho hasta la misma cima.

     El trayecto no se hace pesado en absoluto. Las vistas cada vez son más agradecidas. Únicamente el último tramo requiere de mayor esfuerzo. Eso sí, el firme es un infierno, hay mucha roca suelta, y es realmente lo que dificulta la subida. A cosa de unos cien metros de alcanzar la cima, ya voy sudando a mares, y eso que el día amaneció hasta fresco. Y no son ni las ocho y cuarto de la mañana. Increíblemente, veo que el primer ciclista de la mañana, llega a mi altura. Nos saludamos con la voz a cual más "aflautada" por la fatiga. Adiós al primer puesto en la cima, y si había algún ave esperando, adiós también. Cinco minutos después, y un charco en la espalda, y ya estoy al pie de las antenas.




De dos a tres horas por delante. 


     Estaba descansando un poco, bebiendo agua, y sacando telescopio, cuando no tardo en ver posado cerca, la inconfundible silueta de un Roquero Solitario (Monticola solitarius). No parece sentirse acosado en absoluto y me deja tranquilamente mirarlo con detenimiento, hacerle fotos, etc. Esta era indudablemente, la primera de las aves que esperaba ver en este lugar. Y la profecía se cumplía.



Roquero Solitario (Monticola solitarius) apostado en los hierros.


     No me había movido todavía del sitio, mochila al suelo, cantimplora abierta... cuando veo, a cosa de diez metros, una pareja de diminutos pajarillos, saltando cerca del aire acondicionado de una de las casetas valladas. Al mirar con prismáticos, descubro entusiasmado, una pareja de Escribanos Montesinos (Emberiza cia), que están bebiendo en los conductos de dichas máquinas. Buenooo. Tirando de memoria, y a pesar del mucho territorio recorrido en mi región en todas las épocas del año, simplemente no había tenido la suerte de verlo en ningún lugar. Casualmente, en marzo de este mismo año, pero en la estación de esquí de La Covatilla (Béjar, Salamanca), había tenido la suerte de encontrarlos, pero por lo demás, es un ave bien escasa en mi cuaderno. Así que cumpliéndose en alguna medida mis pronósticos, algo es algo, y en una zona tan seca como esta y de montaña, otro ave propia de este terreno que me encuentro.



Escribano Montesino (Emberiza cia) bebiendo.


     El día empezaba de manera prometedora. No es que me hubiera encontrado un Treparriscos, un Roquero Rojo, Acentores, etc. etc., pero ya os digo yo que siendo esta una zona tan seca, y con sierras de tan poca entidad, ya es algo. 

     A estos Escribanos, le siguieron, en los tejados de las casetas, algunos ruidosos Herrerillos C. (Cyanistes caeruleus), varios de ellos inmaduros todavía. Y moviéndome por la cumbre, también salió asustado, un Mirlo C. (Turdus merula), que estaba bien agazapado entre los matorrales. 

     


Buscando otros objetivos.


     Si hay algún ave que ha demostrado cierta predilección por estas Sierras Centrales, Alange incluido, es el vencejo. No en vano, se han llegado a ver hasta cinco especies distintas: Común, Pálido, Real, Cafre y Moro. De manera que, como yo sabía por otros compañeros, que ahora mismo el Cafre se había visto recientemente, lo tenía como objetivo en la jornada. Echando un vistazo alrededor, vislumbré hasta dos "nubes", cada una de algo más de un centenar de vencejos, y me senté pacientemente a examinarlas por unos momentos. Identifiqué sin mayores problemas al Vencejo Común (Apus apus), y al Vencejo Pálido (Apus pallidus). Al cabo de un rato también un único ejemplar de Vencejo Real (Apus melba). Pero ahí quedó la cosa. Dado que tiene la peculiaridad de que cría usurpando los nidos de Golondrina Dáurica (Cecropis daurica), y que hasta entonces no había visto ninguna, quizás este área no fuese de su gusto.



Aunque algo difuso, multitud de vencejos varios volando en círculos.


     Ya eran casi las once de la mañana y prácticamente me había pateado todas las caras de la cumbre. De hecho, terminé de dar la vuelta completa y me encontré con los restos de una antigua ermita, que ya recordaba haber visto en el mapa, la ermita de San Germán y de San Serván. Obviamente no quedaba mucho de ella. Como suele pasar, las cuatro paredes y poco más. 




Restos ermita de San Gregorio y San Serván.


     Bajé un poco de esa posición y me desplacé hacia la cara este, y terminé en un mirador natural desde donde no creo que alcanzase con la vista, menos de 50 kms. en cualquier dirección. Todo un lujo para los sentidos.



Vista hacia el este. De dcha. a izqda.: Embalse de Alange, Sierra de La Gragera, Castillo de Alange y Sierra de Peñas Blancas.



                                      La misma panorámica ahora en video.
             


    Antes de comenzar a bajar, una bandada de Abejarucos (Merops apiaster) pasaron frente a mi. También algún Avión Común (Delichon urbicum), que ya me extrañaba no haber visto hoy. Y a más baja altura y a cierta distancia, una pareja de Águilas Reales (Aquila chrysaetos)planeaba incansablemente sobre los pastos, donde se las oía en ocasiones.



     

Bajada y regreso.


     Nada más tomar el camino, como a quince metros de la cumbre, encontré a los lados del mismo, entre las jaras, un grupo de diminutos y confiados Mitos (Aegithalos caudatus) que al subir no estaban. Algunos de ellos me pareció también inmaduro. Una especie que por otro lado, hacía meses que había dejado de ver, allá por la primavera, y que hoy volvían a aparecer. Sin duda, habían buscado zonas más frescas. Parecen casi de juguete estos Mitos...




Mito (Aegithalos caudatus) a pie del camino, cerca de la cumbre.


     El sol apretaba de lo lindo y la jornada ya no daba para mucho más. Apareció al final, alguna solitaria Golondrina Dáurica (Cecropis daurica) todavía por las zonas más altas. También otra pareja de Roqueros Solitarios (Monticola solitarius), que iban cambiando de roca, según me iba acercando. Prácticamente abajo, algún Jilguero (Carduelis carduelis) que otro, escaso a todas luces. Y a pie de sendero, una Cogujada Montesina (Galerida theklae), se hizo notar con su canto antes de acercarme.


     Faltaba ya poco para llegar, cuando pude ver a mi derecha, los efectos de un incendio que había ocurrido en la zona, como dos meses antes, y del que yo había sido testigo no muy lejos. Por aquel entonces, me eché a temblar, pensando en cuánto tardarían en sofocarlo. Y todavía no había ni hecho comenzar el verano.



Incendio de hace un par de meses.


     Doce de la mañana. Tras cuatro horas por la zona y haber quemado las calorías de ese día, y las del día siguiente, objetivo cumplido, una ruta menos y la curiosidad satisfecha al fin. Y por cierto, este fue el estado de las botas (ya bastante usadas), con el que llegué de vuelta al vehículo. Cuando os decía que el camino estaba en roca viva, no era un decir... ;-)





"Jubilación" forzosa de botas.


Todas las fotos de la jornada aquí.




viernes, 10 de julio de 2015

Tres jornadas en el Parque Nacional Y Natural de Doñana (Huelva).


Recordando.


     Quién me hubiera dicho en mi infancia, cuando veía embelesado en TVE la serie documental "El hombre y La Tierra", del inmortal y malogrado Félix Rguez. de La Fuente, los capítulos rodados en Doñana (Huelva), que algún día tendría la fortuna de poder visitar este parque nacional, con tanta asiduidad como lo hago ahora (suelo ir varias veces al año con la familia de vacaciones). Por aquel entonces, para mi, Doñana era poco menos que el paraíso terrenal (de las aves), un lugar místico, tal era la impresión que el genial naturalista y sus documentales causaron en mi. Aún todavía, a pesar del paso del tiempo, en mis caminatas por sus senderos y dunas, no puedo evitar pensar: "...estoy en Doñana, caray...".



Volviendo al sendero.

     
     Pues bien, quizás no todo el mundo sepa, que este conocido área protegida, tiene dos zonas diferenciadas: una parte es parque nacional, y la otra parque natural. Ambas son más o menos similares en tamaño. La primera está lógicamente más controlada, vallada, etc., y es la que alberga las zonas de mayor interés, obviamente. El acceso a las áreas del parque nacional, puede hacerse a través de los centros de recepción de visitantes (La Rocina, El Acebuche, etc.), donde puedes realizar libremente, pequeños recorridos a pie (sin salir de la pasarela) visitando observatorios. Por mi experiencia, y más allá de un tranquilo paseo, en dichas zonas no suele haber nada especial que no puedas ver en zonas igualmente públicas y accesibles, como en El Rocío, por ejemplo. Y la otra forma de visitar el parque nacional es a través de tours guiados por empresas locales en vehículos todo terrenos. Con ellos SÍ podrás acceder a zonas de gran interés, que de otra forma no podrás ver. 

    El área destinada a parque Natural, a pesar de estar vallada también, tiene menos limitaciones de acceso y de uso. Existen, por ejemplo, senderos que atraviesan dichas zonas, abiertos al público en general, que dan acceso a zonas de playa, como "La cuesta de Manelli", que luego comentaré. Las zonas de este tipo que yo he visitado, son de una indudable belleza, pero por lo demás, tampoco he logrado encontrar puntos ornitológicamente interesantes (por desgracia, las lagunas que figuran en los mapas, por ejemplo, suelen estar secas, y por tanto, sin las aves que podrían esperarse).

  Aún así, tras años recorriendo áreas próximas a Matalascañas y a la aldea del Rocío, casi siempre consigo encontrar rincones y senderos de interés, no suficientemente descritos o siquiera mencionados en mapas turísticos, accesibles al público libremente, bien para la Fotografía, bien para las aves, bien para ambas cosas. Esos son los que voy a describir aquí...





Primera jornada (05/07/15).


Centro de visitantes El Acebrón.


     Sí, es verdad, ya he dicho que los centros de visitantes no suelen ser demasiado interesantes en lo ornitológico (para lo que cabría esperar), pero este caso es distinto. Este centro de visitantes, no es una zona de acceso a observatorios, es en realidad un palacio que se edificó hace cosa de 60 años. La entrada es gratuita y libre. Merece la pena, por supuesto, entre otras cosas porque en la planta alta, existe un centro de interpretación de Doñana, donde se explica la historia del lugar. El acceso al mismo se realiza partiendo del centro de visitantes La Rocina. En la zona de parking de este último, hay una carretera asfaltada que conduce al mismo, unos 5 kms. más allá. No tiene pérdida. Cuidado con los Linces, eso sí, hay que conducir despacio y existen paneles informativos al pie de la carretera todo el trayecto indicándolo. Pues bien, dicha carretera lleva al pie de dicho palacio, que es un área de parking asfaltada, a partir de la cual, si se quiere llegar al mismo, habrá que caminar unos 300 metros. Este área de parking, es el punto de partida de mi ruta. 



Acceso al palacio de El Acebrón.



Empezamos. Silencio...


     Era la primera vez que intentaba una ruta a pie por esta zona (sólo había visitado el palacio). Pero siendo verano y sabiendo que ya desde bien temprano, el calor es insoportable, estaba claro que para la jornada a planificar, había que buscar una zona arbolada para tener sombra, algo de agua, para asegurar que haya aves, en este caso, el arroyo de La Rocina, y de libre acceso. Mirando el mapa vía Google, esta zona pintaba genial y cumplía los requisitos. 

   Ocho de la mañana. Mochila a la espalda y prismáticos y cámara desenfundados. Inicialmente pensaba rodear una charca artificial cercana al palacio, en busca de acuáticas y tal, pero he aquí que en una esquina de la explanada del parking, veo un par de paneles informativos y el comienzo de un sendero entarimado que se pierde entre la arboleda, en dirección al arroyo. No me lo pienso dos veces y en su lugar, por allí decido comenzar.


Comienzo del sendero peatonal y de la jornada.

      
     La vegetación era abundante e invadía la pasarela con frecuencia. La humedad también se percibía en el ambiente, por la proximidad del arroyo. Una maravilla en pleno y seco verano. Aquello prometía para ver insectívoras menudas, a saber cuáles. Y los primeros en aparecer fueron los Carboneros C. (Parus major), en grupitos, saltando de rama en rama, y cantarines. Miro al cielo y de casualidad se cruza una Espátula (Platalea leucorodia) a no mucha altura. 



Espátula (Platalea leucorodia).



    Sigo intentando encuadrar en los prismáticos alguna de las inquietas insectívoras que no paran de moverse entre la densa y oscura vegetación. Escucho un Mosquitero. Me paro y me aseguro. Sí, es un Mosquitero C. (Phylloscopus collybita). Ya me resulta familiar, pero para afinar, tiro del móvil y de la app de SEO "Aves de España", más que recomendable. Por la comarca donde vivo, como 250 kms. al norte, ya les había perdido la pista hacía tiempo, y aquí vuelvo a verlos. Interesante. "A ver cuántos más encuentro", me pregunto. A este le siguen varios Agateadores C. (Certhia brachydactyla) subiendo por el tronco de los árboles cercanos. También se les oye su diminuto canto. Algún Mirlo C. (Turdus merula) me sale al paso del suelo, espantado, con su característica "alarma", parece que se "chive" de mi presencia a todos los habitantes de la arboleda. De vez en cuando, a los lados de la pasarela, encuentro merenderos en la sombra, ideales para descansar, anotar, escuchar. También encuentro en el camino nuevas pasarelas de madera, colocadas en lugares donde hay que atravesar algún cauce de agua, casi forradas de maleza, en forma de preciosos túneles verdes que te invitan a entrar. Al pasar por este de la foto, salió muy próximo, corriendo y asustado, un Ciervo hembra (Cervus elaphus). El único mamífero, sea dicho de paso, con el que me topé, a parte de una Liebre Ibérica (Lepus granatensis).



Pasarela sobre el cauce del arroyo.


     Al pasar por unos densos arbustos, me topo con un pequeño grupo de Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala), que no paraban de moverse. Imposible que se presten a foto alguna. Poco más adelante también, con Currucas Mosquiteras (Sylvia borin), que ya me había parecido oír durante la jornada, y que ahora confirmaba. En lo alto de las copas, acto seguido, algo alejado, veo un Picogordo (Coccothraustes coccothraustes), muy afanado rozando el pico con las ramas, como afilándolo. Los Abejarucos (Merops apiaster), inconfundibles, también los había oído, pero tardé algo más en verlos debido al escaso cielo que podía ver desde el sendero. Y haciéndose algo de rogar para el día de hoy, escuché también el Cetia Ruiseñor (Cettia cetti).



Regreso por el mismo camino.


     Era ya algo más de las diez de la mañana, cuando decidí dar la vuelta, justo al llegar a uno de los varios árboles con cajas nido que encontré durante el camino. Ninguna parecía haber estado ocupada recientemente, por cierto. En este árbol, además, tuve la suerte de ver un Papamoscas Gris (Muscicapa striata), en el que destacaba ese pechito ligeramente rallado. Un ave que tampoco es que se prodigue mucho en mi cuaderno, dicho sea de paso. No digamos ya el Papamoscas Cerrojillo (Ficedula hypoleuca). También muy cerca, en una retama, una Estrilda (Estrilda astrild), confirmaba también aquello de la inevitable expansión de las aves exóticas. Y ya sobre el sendero entarimado recorrido antes, escucho de entre la vegetación más espesa, un Chochín (Troglodytes troglodytes), que ni me molesto en buscar ante lo imposible de la misión.



Cajas nido repartidas por el trayecto.


     A esas alturas del recorrido, lo único que echaba de menos era alguna que otra rapaz. Habrá días mejores, supongo, porque ese día lo que único que logré fue escuchar un Busardo Ratonero (Buteo buteo) en un claro de la arboleda en el recorrido de vuelta. Por lo demás, completé el cuaderno de campo con las siguientes especies, bastante comunes y abundantes por otro lado: Pinzón C. (Fringilla coelebs), Verderón C. (Chloris chloris) (sólo oído), Jilguero (Carduelis carduelis), Vencejo C. (Apus apus) y Avión C. (Delichon urbicum), este último, por cierto, tiene una notable colonia cerca, en la ermita de El Rocío, donde cría abundantemente y es fácil observar sus nidos.  

     Por último, y como no podía ser menos en verano, sabía que algún que otro reptil me podría encontrar. Y esta vez, lo que pude pillar a duras penas para tomarle al menos alguna instantánea, fue un ejemplar de Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus). He aquí la susodicha inquieta...



Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus).


    Diez de la mañana. Todavía quedaba algo de tiempo para visitar otra zona cercana y probar suerte...




Charca de La Boca (aldea de El Rocío).


     Cada vez que volvía a Doñana, y en particular, cada vez que pasaba por este charco, a las puertas de la famosa ermita, me prometía a mí mismo que durante la estancia, le dedicaría alguna jornada. La cantidad de aves que podían verse sin esfuerzo, bien merecía la pena. Pero luego, por esta o aquella razón, nunca se cumplía. Pues esta vez era algo más que una intención. Así que visto que sobraba algo de tiempo de la visita al centro de visitantes de El Acebrón, y por cercanía, esta era la ocasión de echar un primer vistazo. Dependiendo de cómo fuese la jornada, ya vendría más adelante en una jornada completa si fuese interesante. Así que, al pasar, memoricé las zonas con algo de agua (a esas alturas del año ya es bien escasa), y mirando mapas, escogí la zona a atacar. 

     Pues bien, paralelamente a la carretera que cruza por encima del arroyo La Rocina, hay un camino (no la antigua carretera, que también está, pero cortada y sin uso), y un puente accesible al público sin mayores problemas. El vehículo se puede dejar en este puntofrente a la puerta prácticamente del centro de visitantes La Rocina, y luego caminar como cien metros hasta ese puente. Ahí quedaba todavía algo de agua, y claro que había movimiento...



En cantidad y fácilmente.


     Pues eso. Ya simplemente acercándome, tenía sobre mi, Cigüeñas Blancas (Ciconia ciconia) y varios Milanos Negros (Milvus migrans). Uno de ellos, prácticamente no se movió en toda mi visita, de lo alto de un tendido eléctrico que tenía a mis espaldas. Incluso alguno más se acercó. Quizás estuviese esperando a que un servidor se fuera, y poder comer tranquilo.



Milano Negro (Milvus migrans).


     El puente, por fortuna, no creo que esté ni a dos metros por encima del agua, y tiene bastante vegetación en particular en el lado de la charca, con lo que puedes ocultarte con facilidad y trabajar a gusto con la óptica. Por cierto, está vallado, como parte del área restringida del parque nacional. Así que telescopio en mano, me puse a hacer un primer barrido de la zona. A cosa de cincuenta metros, y cerca del agua, había algunas reses, ganado suelto, y entre el mismo, cómo no, Garcillas Bueyeras (Bulbucus ibis), con el plumaje salpicado de tonalidades anaranjadas. Así como casi la mayoría de las aves que te puedes imaginar pudieran estar presentes en una charca: Garceta C. (Egretta garcetta), Lavandera C. (Motacilla alba), Golondrinas C. (Hirundo rustica), volando incansablemente a ras de agua. También las tenía como a tres metros posadas en los cables de un tendido eléctrico más cercano, aseándose, canturreando... Alguna Tarabilla C. (Saxicola torquata) se dejó ver junto a ellas. 




Estampa típica de Doñana, reses y aves en el agua.


    Siguiendo las orillas, pude observar también algún Andarríos Chico (Actitis hypoleucos), y una Focha (Fulica atra) inmadura, con el plumaje como desdibujado. Y las elegantes Garzas Reales (Ardea cinerea), a pocos metros de la orilla, "dardeando" el agua.



Garza Real (Ardea cinerea).


      Entre las anátidas no había gran variedad que digamos. Los siempre presentes Ánades Azulones (Anas plathyrrinchos), en su completa mayoría hembras (¿?), con alguna prole ya avanzada detrás de ellas. Y prácticamente lo mismo con Pato Colorado (Netta rufina), varias hembras y pollos muy avanzados que les seguían por donde fueran, recorriendo todos los rincones de la charca y puente.



Hembras de Pato Colorado (Netta rufina) a la izqda. y de Ánade Azulón (Anas Plathyrrinchos) dcha.


      Entre las zancudas, no podían faltar las Espátulas (Platalea leucorodia). Alguna tenía bien cerquita, abriendo y cerrando el pico sin parar buscando alimento cerca de la orilla, pero donde tenía un grupo más numeroso era como a trescientos metros, unas quince. Nunca he visto por esta zona grandes concentraciones, pero también es cierto que nunca faltan ejemplares en cualquier época del año.




Grupo de Espátulas (Platalea leucorodia).


     La única "sorpresilla", al menos para mi, fue encontrar, y bastante cerca, un grupo de Ánsares Comunes (Anser anser). Esta especie, suele ser bastante frecuente para mi en invierno en la zona donde vivo, pero ahora en verano, ciertamente es toda una sorpresa encontrármela. Ya he buscado algo de información al respecto, y parece ser que en Doñana, es uno de los sitios donde suele estar como parte de una población estable. Por algo es Doñana, claro...



Ánsar Común (Anser Anser).


     Así que, veredicto: se hace necesario volver en los siguientes días para mirar con más detenimiento, y quizás rastrear más zona (quizás siguiendo el camino y la valla del parque nacional).

Todas las fotos de la jornada aquí.



Segunda jornada (07/07/15).


Sendero Cuesta de Manelli.


    Para esta jornada, tenía planeado cambiar de paisaje y de ecosistema. Esta vez, buscaría zona de costa, para probar suerte con aves marinas, y también para dar más cancha a la cámara de fotos. En años anteriores, a lo largo de la costa, en zonas tranquilas como esta, he encontrado desde restos de barcos hundidos, embarcaciones abandonadas, con sus aparejos de pesca, etc., hasta tortugas de tamaño mediano muertas. Todo un perfecto decorado de sorpresas donde practicar a tu aire.

     Básicamente este sendero, enclavado en una zona que es parque natural, es un pasadizo entarimado de 1,2 kms., que da acceso a una zona de playa abierta al público, que reciben el nombre de los acantilados del Asperillo. Quizás en algunos puntos sobrepasen por poco los diez metros de altura. Las vistas son agradables, por supuesto, y por cierto, por su filo, suelen pasar a escasa altura, muchas gaviotas y milanos, sitio perfecto, por tanto, para esperar agazapado, y disparles algunas fotos. Dicho sendero, nace al pie de la A-494, que une Matalascañas y Mazagón, en concreto en este punto, donde hay una zona amplia destinada a parking, merenderos, etc. Al menos en verano, cobran por aparcar. No sabría decir cuánto, aunque, si llegas bien temprano, no suele haber nadie y al salir no te cobran. ;-)



Cartel informativo al comienzo del sendero.



     Una vez se deja el vehículo, se atraviesa una cerca metálica que está al fondo, al lado de un cartel informativo sobre la ruta, y ahí comienza la pasarela de madera, que te lleva, sin pérdida alguna, hasta la orilla del mar. Tras una breve pendiente inicial hacia arriba de unos pocos minutos, el resto de la ruta es pendiente abajo. El paseo (al menos a la ida), es de lo más agradable. Ya desde lo lejos, se ven los barcos faenando, Mazagón a un lado, etc. El paisaje, en su casi totalidad, son pinos y dunas hasta donde alcanza la vista.




Pasarela de acceso.


     Por mi parte, tomé salida a eso de las ocho de la mañana. Hacía media hora que había salido el sol y la luz, marcadamente anaranjada, lo decoraba todo. Poco o ningún movimiento de aves, mucho silencio. O mejor dicho, los pocos que ya se movían a esa hora, eran, casi en exclusiva, los Rabilargos, (Cyanopica cyanus), algunos claramente inmaduros. Es curioso, al menos para mi, que al llegar el verano, los córvidos en general, suelen ser bastante más abundantes que durante el resto del año, o al menos, se dejan con mucha más facilidad. A estos, le siguió algún que otro Vencejo C. (Apus apus), que parecía volar sin rumbo, y a poca altura. A poca distancia ya de los acantilados, y en la copa de unos pinos bajos, veo una silueta pequeña que destaca. Un joven Alcaudón Real (Lanius meridionalis), que tras verme, no permanece mucho en el mismo sitio, y sale disparado hacia la izqda. como veinte metros. 




Joven de Alcaudón Real (Lanius meridionalis).


     Tras llegar al final del entarimado, hay al menos dos escalinatas de madera, que salvan la pendiente de manera cómoda y segura. Y un chiringuito, cómo no, entre medio de ambas (aquí, casi en mitad de la nada).



Cartel informativo al borde del acantilado.


     Al llegar a pie de playa, la imagen es algo decepcionante. Sí, la zona a esa hora, todavía estaba tranquila, pero los restos de basura por todos lados, avisaban de las visitas pasadas y futuras. Parece mentira que estemos hablando de un entorno con la figura de parque natural. Muchos de estos restos, por cierto, procedentes de la actividad pesquera, como restos de bollas, redes de pesca, etc.




Restos en la orilla. Al fondo Mazagón.



     Por más veces que vengo, eso sí, la escena suele ser la misma, y no por eso pierde magia. Para los que vivimos en el interior, la amplitud del mar azul rompiendo en la orilla, el olor a sal y espuma, pisar la arena fresca a esas horas... Resultan de un placer indescriptible. La visión de algunos barcos medianos, cerca de la costa, faenando, tampoco suele faltar. Como en esta ocasión. Y evidentemente, allí que volaban alrededor, multitud de gaviotas, como no podía ser menos en toda escena marina que se precie. Otras estaban en la orilla, justo en frente de estas embarcaciones, como esperando su turno para acercarse. Y hacia ellas me dirigí, con la intención de observarlas con más detenimiento. Quizás las tuviese a un kilómetro, más o menos.




A pie de playa observando las gaviotas.


     Cuando ya las tenía a unos cien metros, empezaron a levantar el vuelo las más próximas, con lo cual preferí no acercarme más. Una pareja de Cuervos (Corvus corax), curiosamente estaba entre ellas, en el suelo. No podría precisar mucho más pero en su mayoría se veían Gaviotas Patiamarillas (Larus michaellis), algunas Gaviotas Sombrías (Larus fuscus) , Gaviotas Reidoras (Chroicocephalus ridibundus), cómo no, y también alguna Gaviota Cabecinegra (Larus melanocephalus), uno de las cuales, pasó más o menos cerca de mi posición.




Grupo de gaviotas frente a barcos de pesca.




Gaviota Cabecinegra (Larus melanocephalus).



      Mientras miraba por el telescopio, empecé a darme cuenta de que a mi alrededor, en la arena, había multitud de escarabajos de diferentes tamaños. Es muy curiosos porque aquí realmente abundan. Y además suelen dejar un rastro en la arena, muy característico, el cual suele dar mucho juego a interesantes fotografías. Además, también se acercaron un par de confiadas lagartijas, que parecían buscar la manera de introducirse en la mochila. Eran pequeñas, de no más de 10 cms. Y creo que he podido identificarlas como Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica)




Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica).


Multitud de escarabajos en la arena.


     Cuando ya eran cerca de las diez de la mañana, el calor que el sol ya empezaba a irradiar, hizo que despegase el ojo de la cámara de fotos, y me plantease recoger y tomar el camino de vuelta. Así que, vuelta a la pasarela y además tocaba pendiente hacia arriba. En el camino de regreso, por más que miraba, no encontré mucha vida que digamos. Algunas Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala) en unos arbustos muy localizados. Y una pequeña bandada de Abejarucos (Merops apiaster), como una veintena, ruidosos como siempre. Eso fue todo hasta regresar al vehículo, como media hora después...




Abejaruco (Merops apiaster).



     Una última reflexión. Todavía resulta incomprensible que, siendo como es pleno verano, la estación más seca obviamente, y además en un entorno con el valor de Doñana, haya individuos que se permitan el lujo de encender un cigarrillo en lugares como estos. No hace falta siquiera mencionar las consecuencias que tendría una colilla mal apagada...




Incomprensible.

Todas las fotos de la jornada aquí.


Tercera jornada (09/07/15).


(Vuelta a la...) Charca de La Boca.


     Cuando menos te lo esperas, en pleno verano, alguna mañana que otra, Doñana amanece con niebla. Y ese día tocó. A pesar de las dudas iniciales, decidí seguir adelante, porque, normalmente, suele desaparecer a poco de comenzar el día. Así que, siguiendo el plan inicial, volví a esta charca, justo donde la primera jornada, debajo del puente y por donde fluye el arroyo de La Rocina.




Arroyo de La Rocina y charca de La Boca.



Cartel sobre la carretera.


     Ocho de la mañana. Algo de fresco hoy para variar (era de agradecer). Nada más llegar, y a pesar de la niebla inicial, ya podían verse con más o menos claridad, algunas anátidas en el agua. Como treinta minutos después, el sol ya se dejaba ver en algunos huecos en el cielo, y la luz, ahora sí, permitía trabajar más decentemente, y a más distancia.

     En una primera visual al entorno, tenía frente a mi, un grupito de Espátulas (Platalea leucorodia), y alguna que otra Cigüeña C. (Ciconia ciconia). También varias Garzas Reales (Ardea cinerea) entremezcladas con Garcetas C. (Egretta garcetta).



Espátulas (Platalea leucorodia) y Cigüena C. (Ciconia ciconia) al fondo.



                                                                 Espátula (Platalea leucorodia) alimentándose.




Dos ejemplares de Garceta C. (Egretta garcetta).


     Siguiendo con el barrido por las orillas, no podían faltar los Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), curiosamente un grupo sólo de hembras, como en la anterior jornada. Justo debajo del puente, apareció una hembra de Pato Colorado (Netta rufina), muy confiada, donde el agua, por cierto, escaseaba y no tenía una pinta demasiado salubre. Algo más costó ver una Lavandera Boyera (Motacilla flava), que picoteaba en el barro y a la sombra, mucho más minúscula que el resto de vecinos de la charca. Por cierto, que ya ni recordaba la última vez que observé un ejemplar.



Grupo de hembras de Ánades Azulones (Anas platyrhynchos).



Hembra de Pato Colorado (Netta rufina).



Lavandera Boyera (Motacilla flava).


     Levanté un poco la vista del agua, por si había suerte con algún otro ave en las alturas o en las arboledas cercanas, rapaces quizás, algún aguilucho, etc., la asignatura pendiente de toda mi estancia, sin suerte nuevamente. Al igual que los días anteriores, los Milanos Negros (Milvus migrans) eran los únicos que cubrían el cupo, no faltaban en el entorno de la charca. Aparte, delante de mi y bien cerca, como llamando mi atención, 
en unos cables de corriente, tuve también toda la mañana multitud de ejemplares de Golondrina C. (Hirundo rustica), que no dejaban de ir y venir, y de canturrear. No por comunes dejan de ser vistosas, por lo menos para mi.




Milano Negro (Milvus migrans).




Grupo de Golondrina Comunes (Hirundo rustica).


     Las sorpresas, como suele pasar, suelen presentarse al final, y cuando menos tiempo te queda para variar. En una de las ocasiones, mientras escudriñaba la orilla con el telescopio terrestre y paré a descansar, me di cuenta de que a cosa de diez metros, en el mismo puente donde yo estaba, tenía ante mi, como salida de la nada, una Garcilla Cangrejera (Ardeola ralloides), de la que no me había percatado en absoluto. Aguantó delante de mi un par de minutos estoicamente, mientras usaba mi cámara.




Garcilla Cangrejera (Ardeola ralloides).


      Pero el premio gordo, al menos para mi curriculum, fue observar una especie rigurosamente nueva para mi cuaderno. En una de las ocasiones que venía observando la orilla de la charca, entre las otras zancudas, veo algo que me recuerda a una Gallineta Común (Gallinula chloropus) en primer término, pero que tras revisar la guía, identifico como Polluela Bastarda (Porzana parva), una hembra para ser exactos. Estas diminutas zancudas (en comparación con garzas y demás), son realmente difíciles de observar, y son bastante menos frecuentes que su pariente la Gallineta Común. Ya sólo por ella, mereció la pena la jornada de hoy! 




Hembra de Polluela Bastarda (Porzana parva).

Todas las fotos de la jornada aquí.