lunes, 7 de septiembre de 2015

Visita al embalse del Boquerón (CC).


Nueva jornada, nuevo embalse. 


     No sé si algunos de los que leéis este blog, nacionales y foráneos, habéis caído alguna vez en la cuenta, de la extensión que ocupa la comunidad autónoma de Extremadura, lugar habitual de mis observaciones, y donde resido. Pues bien, con un total de más de 41.500 km2, es equivalente en tamaño a los Países Bajos por ejemplo, esto es, a la suma de Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Si a esto sumamos una densidad de población baja, algo más de 26 hab./km2 (no digamos ya la densidad de ornitólogos por km2...), no resulta difícil suponer, que es todo un desafío recopilar información (y mantenerla actualizada) sobre las especies de aves presentes en semejante territorio, invernantes, estivales, reproductoras, etc. Existen multitud de zonas, de las que nunca se aporta dato u observación alguna. A veces (muchas), cuando planifico las sesiones de campo, uno tiene la sensación de ser poco menos que un explorador en tierras mucho más lejanas y exóticas. Esta necesidad, entre otros muchos motivos, es uno de los que me impulsa continuamente a visitar zonas que desconozco, con el ánimo de cubrir tanto territorio como pueda. De ahí, por ejemplo, la jornada que viene a continuación, el embalse del Boquerón (CC), lugar que no había visitado anteriormente. 

     Esta discreta porción de agua, que precisamente no es ni mucho menos de las más recónditas (dista unos pocos kilómetros de la autovía A-66), tiene fáciles accesos, e incluso un camino perfectamente transitable que rodea todo el embalse (mejor en vehículo todo terreno, claro). No parece haber impedimentos por parte de particulares, o propietarios, para poder visitarlo. Está bastante limpio en sus orillas, sobre todo comparado con algunos otros. Existe incluso algún observatorio para aves, y mucho junco y vegetación en las orillas, ideal a priori para albergar muchos tipos de aves...





Llegada. 


     Ocho de la mañana y ya encaraba con Agustín, mi compañero de jornadas, la pista de jirones de asfalto que comenzaba a rodear el embalse. Al poco de tomarla, un panel informativo, nos confirmaba que estábamos en el buen camino, es más, informaba incluso del observatorio de aves antes mencionado, a poco más de un kilómetro. 


Panel informativo, observatorio cercano.



     Trescientos metros más adelante, nos paramos junto a una gran cancela. Ya teníamos la cola del embalse en línea de visión, a cosa de unos cien metros a nuestra izquierda. Cogimos la óptica y hacia allí nos dirigimos. Todavía estábamos pegados al vehículo cuando nos sobrevolaron a escasa altura, una treintena de ruidosos Abejarucos (Merops apiaster), que se dirigían hacia el sur (la llamada de África). Entre las Encinas (Quercus ilex) a nuestro alrededor, ya se hacían notar algunos Rabilargos (Cyanopica cyanus) en pequeños grupos. Camino de la orilla, desde la poblada senda, pudimos escuchar al Cetia Ruiseñor (Cettia cetti), como siempre, de los primeros en "descubrirse". Nada más llegar, recorrimos con avidez, prismáticos en mano, ambas orillas. Algo decepcionados, sólo pudimos observar una solitaria Garceta C. (Egretta garzetta), un Andarríos Grande (Tringa ochropus), que salió algo despavorido hacia las Encinas a nuestra espalda, y una pareja de Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), bastante tranquila en mitad del agua. De vuelta al vehículo, alguna Tarabilla C. (Saxicola torquata) "chasqueaba" en lo alto de los arbustos cercanos, lo mismo que los Trigueros (Miliaria calandra), en unos Almendros próximos.


Cola del embalse, nada más llegar.




Observatorio. 


     Tras reanudar la marcha, nos volvimos a detener tras un tramo salpicado de más y más baches. No había más remedio. El embalse había engullido parte de la antigua carretera, y no permitía avanzar en esa dirección. Sí bordeando nuevamente el agua, a través de un camino a nuestra derecha. Pero antes, encontramos el observatorio al que hacía referencia el panel informativo del inicio. Tenía buen aspecto. De hecho yo creo que estaba intacto. No me extraña. Estaba cerrado a cal y canto. Sin ninguna indicación exterior que explicase cómo poder hacer uso del mismo. No veo qué utilidad puede tener así...


Observatorio junto al agua.



     El lugar ciertamente, tenía buenas vistas. Desde el mismo, se divisaban tanto el recodo por el que veníamos a nuestra izqda., la presa que retenía el agua al frente y un nuevo recodo a nuestra derecha, a priori igual de interesante que el primero. De manera que aprovechamos la ocasión para revisar ambas orillas y el entorno.

   Las primeras en aparecer justo en frente fueron un grupito de Urracas (Pica pica). Picoteaban el suelo ruidosamente, no para beber principalmente, quizás buscando pequeños insectos. Había bastantes, lo cual hacía doblemente imposible que pasasen desapercibidas. Lo mismo que sus parientes los Estorninos Negros (Sturnus unicolor), también abundantes pero aislados.    


Urracas (Pica pica) en la orilla.
     


     No tardó en aparecer un Martín Pescador (Alcedo attis) hacia el fondo del recodo a nuestra derecha, inconfundible en su chillido, vuelo recto y azul. Tras él, observamos algunas otras aves que también esperábamos por las orillas, un Andarríos Chico (Actitis hypoleucos) y un Chorlitejo Chico (Charadrius dubius), recorriendo incansables el barro a pie de agua. 


Andarríos Chico (Actitis hypoleucos), cercano a nosotros.



    No creo que tardásemos mucho en preguntarnos por las gaviotas, cuando cuatro de ellas, Gaviotas Reidoras (Chroicocephalus ridibundus) para más señas, hicieron aparición a media altura sobre el agua. Dos de ellas eran adultas, y las otras dos inmaduras. Recorrieron el curso del agua innumerables veces, en bucle casi infinito, hasta que al cabo de un rato, alguna terminó posándose junto a la orilla de enfrente.



Gaviota Reidora, adulta (Chroicocephalus ridibundus).


Gaviota Reidora, inmadura (Chroicocephalus ridibundus). Foto: Agustín Giraldo.



     El resto de aves que pudimos observar a nuestro alrededor antes de continuar, fueron las siguientes: Carbonero C. (Parus major), entre los arbustos cercanos al agua. Un único Alcaudón Real (Lanius excubitor), sobre un pequeño poste metálico en las tierras de labranza cercanas. Cogujada C. (Galerida cristata), en la misma zona. Alguna Tarabilla C. (Saxicola torquata) más, muy omnipresentes en el día. Aviones C. (Delichon urbicum) sobrevolando el agua, muy contados a estas alturas ya del verano, y finalmente pudimos oír en las proximidades un Busardo Ratonero (Buteo buteo), sin llegar a verlo.



Tarabilla C. (Saxicola torquata), en los arbustos cercanos. Foto: Agustín Giraldo.





Siguiente tramo. 


     Continuamos por nuestra derecha, superando el recodo de agua que habíamos pasado buen rato observando, para terminar al otro lado de la orilla, donde la carretera continuaba tras superar el agua del embalse. Llegamos a un punto increíblemente similar al anterior: la carretera se perdía dentro del agua, continuando como a ciento cincuenta metros después, y teníamos a ambos lados, sendas vistas extensas de agua. 

   Mirando el reloj, once de las mañana, ya echábamos de menos las rapaces, sobre todo las grandes. Dicho y hecho. Una visual del horizonte, sobre todo al frente, donde se divisaban algunos grandes roquedos, principio de la sierra de San Pedro, nos permitió descubrir algunas decenas de siluetas enormes, "cicleando" en torno a estos. Como un centenar de Buitres Leonados (Gyps fulvus) serían los que pudimos vislumbrar más o menos durante la jornada. Pero en particular, justo antes de movernos, se nos acercaron muy lentamente, desde esa dirección y a gran altura, una pareja de Buitres Negros (Aegypius monachus), que tras dar algunas vueltas sobre el agua, se dispersaron hacia la presa. En ese punto, pocas aves más pudimos ver, salvo alguna Tórtola Turca (Streptopelia decaocto), en un gran árbol seco a nuestras espaldas, y una Garza Real (Ardea cinerea), muy lejana y más abajo, en la orilla opuesta.


Buitres Negros (Aegypius monachus), sobre el agua, aproximándose.


  



Hacia el último tramo. 


     Cuando decía que era preferible usar vehículo todo terreno para movernos, no lo decía en balde. Como a mitad de la distancia que nos separaba del extremo del embalse al cual nos dirigíamos, entrada del arroyo de La Mogollona, tuvimos que dejar el vehículo porque había un punto del camino con grandes surcos en el firme, realizados seguramente en la época de lluvias por otros vehículos, y preferimos no arriesgar con el nuestro. De manera que cargamos con parte del material, y optamos por recorrer a pie los trescientos metros que quedaban para llegar al final. 

     Para empezar, poco antes de dejar el vehículo, junto a una gran encina, nos salieron al paso cuatro Abubillas (Upupa epops), inéditas hasta ese momento. Pues bien, quizás hubiésemos recorrido cosa de cien metros, cuando el cielo empezó a cubrirse de rapaces. De todas partes llegaban Buitres Leonados (Gyps fulvus), no en gran número, pero sí en constante goteo. Apareció otra pareja de Buitres Negros (Aegypius monachus), a una altura considerable, y a cámara lenta. También una pareja de Culebrera Europea (Circaetus gallicus), en fechas de abandonarnos ya mismo. Y como siempre, para dejarnos con la incógnita, observamos otra rapaz, a gran altura, que no terminamos de identificar del todo, y que apuntaba a un Abejero Europeo (Pernis apivorus). Lástima, ni las fotos nos sacan de dudas.

Pareja de Culebrera Europea (Circaetus gallicus).



     Ni que decir tiene que los últimos metros los recorrimos mirando sin parar el cielo, esperando alguna nueva sorpresa. Sin embargo, no tuvimos mayor suerte y llegamos al final del embalse sin mayores novedades. Cuando llegamos a este punto, no encontramos nada en la orilla, y eso que al ser una zona de muy poca profundidad, era muy propicia para limícolas, por ejemplo, garzas, etc. El camino desde el que se llega, está bastante más alto con lo cual hace las veces de improvisado mirador. Sin duda el lugar debe de ofrecer bastante más de lo que nos dio, pero quizás a otras horas (al anochecer) y otros días (domingos no, por ejemplo). Aún así, aprovechamos para descansar en un par de Encinas cercanas, teniendo a vista el agua. Y no tardamos en tener algo de premio. Una Garceta Grande (Egretta alba), se posó y estuvo algún tiempo alimentándose. También apareció graznando una pareja de Cuervos (Corvus corax), prácticamente en línea recta hacia nosotros. Lo mismo que un vehículo todoterreno, que pasó hasta dos veces en poco tiempo por la zona. Definitivamente, los domingos no es el mejor día.



Garceta Grande (Egretta alba).


El compañero Agustín. Final del embalse.



Vuelta al vehículo y fin de jornada. 


     En el camino de vuelta, estuvimos especialmente atentos a las Encinas situadas a nuestra izquierda, con el fin de anotar algunas insectívoras más. Me parecía que nos quedábamos algo cortos ese día, si no prestábamos algo más de atención a las especies de vuelta o en paso post-nupcial. Y no fue gran cosa lo que pudimos ver. Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala), que han estado presentes todo el verano, allá donde hemos ido. Las Calandrias (Melanocorypha calandra) se escuchaban a nuestro alrededor. Algunos Mirlos C. (Turdus merula), daban saltitos en el suelo, y una pareja de Palomas Torcaces (Columba palumbus) volaron raudas a poca altura entre los árboles. 

      Sin embargo, y como suele pasar, estando ya junto al vehículo, no quisimos dejar de pasar la ocasión de echar un último vistazo por el agua. Y todavía pudimos observar algunas aves más. Una nueva Garza Real (Ardea cinerea), yacía impávida a poco del agua, en la orilla opuesta. Había llegado un grupo de cinco Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), hembras y machos, e incluso una solitaria Avefría (Vanellus vanellus), preludio de las que están por llegar. Y como colofón, a pocos metros de nosotros, entre los arbustos, pudimos ver y oír esta jornada también, un nuevo Mosquitero Musical (Phylloscopus trochilus), señal inequívoca de su inminente paso en masa por nuestro territorio, camino de África.


Fin de jornada.



Maniola jurtina.


     Esta es mi propuesta. En cada nueva sesión de campo, no deberíamos dejar de perder la ocasión, no sólo de aprender algo nuevo del entorno aparte de nuestras aves, sino también de poder documentarlo. En resumidas cuentas, ¿por qué no aprovechar doblemente la jornada, y a la par que "pajarear", tomar notas/fotos de todo lo demás? Haciendo un pequeño inciso, os sorprendería saber lo poco que se toman en serio las administraciones públicas, el estudio de la fauna/flora en su territorio, desconociendo variedades, poblaciones, etc. Pues bien, en otras ocasiones, he fotografiado para su posterior identificación algunos reptiles, como lagartijas, otras veces plantas, setas, frutos silvestres... Esta vez, vuelve a ser una mariposa que me sorprendió cuando descansábamos al final del trayecto. Resultó ser un ejemplar de Mariposa Loba (Maniola jurtina), de la que, por suerte, pude obtener alguna instantánea antes de dejarnos. Una más que pasa a engrosar, mi propio álbum de lepidópteros regionales. ;-)

Mariposa Loba (Maniola jurtina).


Todas las fotos de la jornada aquí.



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