lunes, 31 de agosto de 2015

Embalse de Valuengo (BA).


Situación. 


    Como siempre, para orientarnos un poco, el embalse de Valuengo, al suroeste de la provincia de Badajoz, y al que da nombre la cercana población del mismo nombre, es el resultado de represar el río Ardila, uno de los afluentes principales del río Guadiana. Con una capacidad de unos 20 hm3, se encuentra rodeado de infinitas dehesas y montes suaves, hasta donde la vista alcanza

     Siguiendo la norma "pajarera" de buscar lugares tranquilos y alejados de la presencia y actividad humanas, mi compañero Agustín y yo mismo, desistimos desde el inicio de acceder a sus orillas desde la presa. Siendo domingo, no se podía esperar otra cosa que multitud de personas llegando constantemente para pasar el día. Por lo cual decidimos, en contraposición, pasar nuestra primera visita por la zona, rastreando la orilla opuesta, esto es, la entrada del río Ardila al embalse. Mirando un mapa satélite cualquiera, el acceso a dicha zona no parecía ni fácil ni claro. Sólo encontré indicios de un trayecto viable, partiendo desde la cercana población de Burguillos del Cerro, y suponía adentrase por caminos cosa de seis kilómetros. Para nuestra desgracia, no poseemos precisamente vehículos todoterrenos. En días así, el componente de aventura que tienen las escapadas, tiene un peso más que importante, como así fue esta vez...




Resolviendo la incógnita del acceso. 


    Partimos de casa a las siete de la mañana. Los días previos, el clima había sido hasta suave a estas alturas del verano, como de unos treinta grados de máxima, pero hoy se esperaban hasta treinta y cinco grados. Cómo no, qué afortunados... Llegar hasta Burguillos del Cerro (cuyo castillo es una auténtica maravilla), no supuso problema alguno. Tras atravesarlo, buscamos a las afueras el comienzo de la pista de tierra que ya nos llevaría sin pérdida, hasta la cola del embalse. En dicho punto, encontramos el panel informativo de una ruta senderista que se cruza con nuestra pista, "Sierra del Cordel", sendero local (SL) PR-BA 154. Es un ruta circular que se desvía inmediatamente a la derecha de nuestro camino. 


Panel informativo de comienzo de ruta senderista.



     Seguimos de frente. El acceso era ancho y firme, nada de tierra suelta, con base de piedras, por lo que acceder en invierno tras las lluvias, no debe de resultar imposible, y está bien "escoltado" por muros de piedras y alambradas. A mitad de camino más o menos, se estrechó y el firme se hizo algo más irregular. Tras el último tramo, llegamos al punto donde deberíamos abandonar el camino por el que veníamos, y tomar otro en línea recta el agua, que ya sólo quedaría a unos doscientos metros. Pero entonces... la "sorpresa" (bueno, no tanta). Una cancela y un cartel, informaban de que era un camino privado e impedía el acceso. Decidimos seguir adelante por el mismo camino que veníamos. Yo había comprobado el día anterior, preparando la ruta, que más o menos llevaba al mismo punto del agua, pero tras dar un pequeño rodeo. Cien metros más adelante, otro cartel y otra cancela, impedían el paso totalmente. Ya no había otra posibilidad. Vuelta atrás. No nos moveríamos más de doscientos o trescientos metros regresando, cuando encontramos un vehículo bloqueando el camino. Un hombre de unos cincuenta años, se encaminaba al mismo desde una parcela cercana. Algo ya cansados, tras hora y media desde que salimos de casa, nos bajamos y tan pronto lo tuve a pocos metros, le pregunté tras darle los buenos días, que cómo *** se podía acceder a la orilla del embalse desde aquí, si el camino (que yo imaginaba de todas todas, era público) estaba bloqueado por cancelas. La casualidad esta vez, quiso que él fuera uno de los propietarios de las tierras por las que queríamos pasar, y tras explicarle nuestras intenciones, nos permitió pasar, explicándonos además, que al poco el camino se vuelve poco menos que impracticable, sobre todo para nuestro vehículo. De manera que volvimos al mismo tras darle las gracias. Nuevamente a los pies de la cancela en cuestión, pasamos, cerramos, y efectivamente poco después tuvimos que dejar el vehículo al margen. Ocho y cuarenta y cinco de la mañana.  El sol ya caldeaba el aire de lo lindo, y ni siquiera habíamos desenfundado los prismáticos a esas horas. 

     Si me he extendido algo de más en esta parte, es porque quiero poner de relieve un hecho más que frecuente en nuestros campos. Muchos propietarios de terrenos y parcelas, se "adueñan" de caminos que son de titularidad pública. Antiguas cañadas, calzadas, etc. por distintos intereses que no vienen al caso. De manera que puede haber días como estos, en los que después de mucho planificar, puede que te tengas que volver sin una sola explicación, y con cara de bobo. En otras ocasiones, los hay que simplemente, te indican que cierres la cancela tras pasar (a veces hay ganado suelto). Y otros que te llegan hasta a intimidar, insultar, hay perros sueltos, etc. Lo que dije antes, toda una aventura.




Primeros pasos.


    Ávidos de comenzar ya por fin la jornada, nos dirigimos en línea recta y a buen paso, hacia donde se adivinaba el agua. A nuestra derecha y a unos quinientos metros, en lo alto de una pequeña loma, había un cortijo de grandes dimensiones de donde más o menos provenía el sonido de un Mochuelo (Attene noctua), que pasaba a ser el primero en la lista de especies del día. El terreno estaba densamente poblado de Retama Negra (Cytisus scoparius), un arbusto por el que tienen auténtica debilidad las currucas, tarabillas y otras insectívoras menudas. Entre ellas, pudimos ya observar algún que otro Herrerillo C. (Cyanistes caeruleus), y las eternas Currucas Cabecinegras (Sylvia melanocephala). Tras el primer centenar de metros recorridos, ya vislumbramos algo de agua y verdor hacia la derecha. Echando un vistazo con los prismáticos, descubrimos en la orilla tres ejemplares de Cigüeña Negra (Ciconia nigra), y otras cuatro volando cercanas a ellas!!! Bueno, aquello hizo espolearnos aún más. Menudo comienzo. 


Cigüeña Negra (Ciconia nigra) sobrevolando la zona.



     Según nos íbamos acercando al agua, veíamos diseminados por todo el suelo, multitud de excrementos grandes y aplastados, inconfundibles. De manera que para agregar emoción al día, tendríamos que estar ojo avizor con el ganado vacuno. Y por fin llegamos al borde del agua. En la orilla de enfrente, efectivamente algunas reses rojizas pastaban tranquilamente. No se veía ninguna por nuestra parte, pero eso tampoco nos tranquilizaba demasiado. El cauce del río Ardila en ese punto estaba casi muerto, y era la suma de varias charcas verdosas más o menos extensas, nada de agua corriendo. A nuestra derecha, se extendía toda la depresión del embalse, con más tierra que agua. Se adivinaban algunas garzas a lo lejos. A nuestra izquierda, y a cosa de doscientos metros, teníamos los límites del embalse. Y por allí decidimos empezar a rastrear las orillas.



Vista a dcha. El embalse continúa hacia el fondo.


Vista a izqda. Comienza el embalse y entrada del río Ardila.



La orilla, a exámen.


    Ya desde la distancia, se adivinaban algunas aves de cierto tamaño. El telescopio terrestre nos permitió identificar una solitaria Garza Real (Ardea cinerea), un casi escondido ejemplar de Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo) y una Garceta Grande (Egretta alba), un tanto esquiva. Cerquita de nosotros, una pareja de ruidosos Andarríos Grandes (Tringa Ochropus), se posaban de forma intermitente por ambas orillas, picoteando en la tierra. El diminuto e inconfundible Martín Pescador (Alcedo attis), también hizo acto de presencia, volando recto, cual torpedo azul, a ras de agua desde unas ramas cercanas hasta las piedras más alejadas. Por ese mismo lugar, tres Garcetas Comunes (Egretta garzetta), se alimentaban con total tranquilidad. La escena la vino a completar una de las varias Cigüeñuelas (Himantopus himantopus), que luego también pudimos observar. Típicamente, llegó con ese vuelo indeciso y trompeteando, y se posó próxima a la orilla. Por último, los menudos Chorlitejos Chicos (Charadrius dubius), recorrían las piedras con ese andar a ráfagas tan peculiar...


Cigüeñuela (Himantopus himantopus).


Chorlitejo Chico (Charadrius dubius) entre las rocas.



     Nos empezó a llamar la atención, bastante movimiento de pajarillos en los arbustos de la isleta que teníamos en frente. Efectivamente, un árbol muerto de ramas desnudas, dejaba al descubierto una Tarabilla Común (Saxicola torquata), un macho, que entraba y salía de los arbustos cercanos. Una pareja de Mirlos Comunes (Turdus merula), también salían de entre el follaje, para beber discretamente en la orilla, dando saltitos en el terreno. Un Cetia Ruiseñor (Cettia cettii), se dejó escuchar, que no ver, para variar. Algún que otro Jilguero (Carduelis carduelis), no especialmente abundantes, acompañaban a la Tarabilla en su emplazamiento. Todavía escudriñábamos los densísimos y altos arbustos, cuando vimos un ave diminuta, de colores verde y amarillo, muy inquieta, que no tardó en identificarse al cantar. ¡Un Mosquitero Musical (Phylloscopus trochilus), el primero que veíamos en paso post-nupcial, en su viaje de regreso a África! Lo tuvimos algunos minutos en línea de visión, saltando de rama en rama intranquilo, como suele ser habitual en ellos. Un último vistazo por la zona, antes de movernos, nos permitió anotar además algunos ejemplares de Golondrina Común (Hirundo rustica), Avión Común (Delichon urbicum), así como una única Golondrina Dáurica (Cecropis daurica), todos ellos en puertas de irnos abandonando también por África en fechas próximas, después del período de cría aquí en la península Ibérica.




Cambiando de lugar.


    Mirando el reloj, ya nos aproximábamos a la media mañana. Entre lo tarde que nos incorporamos, y lo mucho que nos paramos en ese primer tramo, la jornada iba camino de terminar sin haber cubierto más territorio, ni más metros de orilla. Hablando de hora, ya sí que era momento de que apareciesen las rapaces. Oteando el horizonte, efectivamente un poco a la derecha del nuestra propia orilla, sobre unos altos y aislados eucaliptos y a cosa de doscientos metros, aparecieron los primeros ejemplares de Buitre Leonado (Gyps fulvus), dando vueltas en círculos, muy lentamente. A estos le siguieron otros tantos que no tardaron en aparecer, sumando cerca de una veintena, que llenaron el cielo por momentos a distintas alturas. Esto ya empezaba a casar con lo esperado. Pero además, desde más allá de la otra orilla, muy lenta pero firmemente, una silueta blanquecina, con un ligero barrado, se dirigió hacia nosotros para lucirse, dándonos tiempo a disfrutar y a tomar algunas buenas instantáneas. Una Culebrera Europea (Circaetus gallicus), rapaz que también nos dejará en breve, tomando el mismo camino que mosquiteros, golondrinas, etc.

Uno de los muchos Buitres Leonados (Gyps fulvus).

Precioso ejemplar de Culebrera Europea (Circaetus gallicus).


     Llevábamos ya rato notando cierta algarabía en un par de enorme higueras cercanas a nuestra posición, pero no terminábamos de ver las aves con claridad. Prestando algo más de atención, resultaron ser un grupito de entre quince o veinte Estorninos Negros (Sturnus unicolor), que no paraban de acosarse ruidosamente. Antes de volver a movernos para avanzar, empezamos a escuchar cómo se aproximaba una bandada. Un sonido inconfundible y familiar. Y al poco los tuvimos encima. El cielo se volvió multicolor. Entre setenta y ochenta Abejarucos (Merops apiaster), se detuvieron sobre nosotros, volando en todas direcciones. Yo creo que vinieron a despedirse antes de irse a África, Agustín.
     
Abejarucos (Merops apiaster) en su camino a África.


Última parada.


    No quisimos irnos sin avanzar un poco más, sin echar un vistazo por la zona donde nada más llegar, vimos desde lo lejos las Cigüeñas Negras. Y efectivamente, sobre las encinas de la margen derecha, otro grupo de ellas fue tomando altura, para después alejarse hacia el embalse. En total, quizás fuesen unos veinte ejemplares los observados durante la jornada. Previsíblemente, estaban también agrupándose para emprender su inminente viaje al sur.

     Ya desde esta última posición, pudimos observar sobre una pequeña isla en mitad de lo que quedaba del embalse, una pequeña concentración de Garzas Reales (Ardea cinerea), así como cinco Espátulas (Platalea leucorodia). También algunas gaviotas, pero de improbable identificación debido a la gran distancia. Un par de Abubillas (Upupa epops), cruzaron desde las encinas hacia el agua, para quedarse picoteando entre las piedras del cauce. Y curiosamente, los últimos en aparece fueron los vencejos. Mientras miraba a los lejos con la óptica, hacia las garzas, no había reparado en que un par de Vencejos Pálidos (Apus pallidus), no paraban de dar vueltas rápidamente a muy poca altura sobre las copas de dos grandes encinas cercanas y nuestra posición, en un circuito-triángulo que no parecía tener fin. No terminaba de entender tal comportamiento. Y finalmente, como colofón a la jornada, a más altura por encima de ellos, algunos Vencejos Comunes (Apus apus), volaban mucho más lentamente, cruzándose sin rumbo aparente, como intentando decidir en qué instante partir hasta la próxima primavera.

Garzas Reales en mitad del embalse.

Vencejo Común (Apus apus). Inminente partida al sur.


Todas las fotos de la jornada aquí.






domingo, 9 de agosto de 2015

Ecoparque de Mérida (BA).


Paradoja y eufemismo.


     Nuevamente, mi propuesta vuelve a ser un lugar donde observar aves de forma fácil. Los vertederos y basureros de nuestros pueblos y ciudades, ofrecen a las aves en particular, y a muchos animales en general, sustento fácil y constante durante todo el año. Es por eso que suelen ser asiduas visitantes, criando incluso en sus cercanías si el entorno lo permite: postes, torretas, edificios, etc. Siempre me ha parecido una maravillosa paradoja, que en semejantes lugares puedan tener cabida sin embargo, tanta vida e inesperados espectáculos de gran belleza. Muchas veces son decenas, cientos y hasta miles de individuos de múltiples especies, los que allí se concentran. Cigüeñas, Garcillas, Gaviotas, Milanos, etc. Son sus huéspedes más frecuentes, pero no los únicos. Según la época del año, varían en número y comportamiento, algo también a tener en cuenta y que tiene su explicación, como veremos más adelante.

     Este Ecoparque que visité, tiene además la triste "suerte" (a mi parecer) de estar en un entorno privilegiado. Y digo "suerte" porque eligieron como emplazamiento, un terreno que colinda con una zona ZEPA, la de las "Sierras Centrales y Embalse de Alange", de gran valor ornitológico, y muy próximo a unos grandes roquedos, a lo que además hay que sumar una bodega, con lo cual, las molestias ocasionadas por la presencia humana, maquinarias, vehículos, ruidos, etc., son constantes. Y un apunte más. No habrían podido escoger mejor eufemismo que la palabra Ecoparque, para describirlo. Dicho así, suena a algo realmente "verde", "reciclador", etc. y realmente lo que allí se hace, no tiene nada ni de lo uno, ni de lo otro. Yo mismo he visto cómo los vehículos utilizados para la recogida en las ciudades, llegan y directamente descargan sobre el solar, para luego, con otra maquinaria extender los restos. ¿Qué puede tener eso de "eco"?
     


Recorriendo todo el perímetro.

          No penséis ni mucho menos, que cuando digo visita al Ecoparque, se trata de patear entre la basura. Está claro que eso quitaría las ganas a cualquiera. Ciertamente no. Las instalaciones están valladas, y por seguridad no creo que dejasen entrar a nadie, ni en estas ni en ninguna. Ni falta que nos hace. Desde el camino circundante, podemos ver perfectamente todas las aves sin mayor complicación. Este fue el trayecto seguido:


Recorrido de la jornada.

          

     En este caso, como ya hemos comentado, debido a la excepcional situación de estas instalaciones, pude disfrutar durante la primera mitad del trayecto sobre todo, del enorme roquedo que tenía a mi izquierda (Sierra de La Moneda, llamada así debido a un antiguo asentamiento romano donde se fabricaban monedas). Y por supuesto de todo el maravilloso bosque mediterráneo que lo circundaba, encinas, alcornoques, jaras, etc. De manera que en dicho margen izquierdo, podía observar las especies típicas de este ecosistema, y en la margen derecha, las que me proporcionaba el ecoparque. De ahí, que la lista de especies obtenida, sea una mezcla un tanto especial, pero totalmente lógica por otro lado:

- Buitre Leonado (Gyps fulvus) (15 aprox.). Procedentes del roquedo, claro.
- Abejaruco (Merops apiaster). Individuos sueltos.
- Golondrina C. (Hirundo rustica).
- Mirlo C. (Turdus merula). Entre las jaras y encinas.
- Cigüeña C. (Ciconia ciconia). Entre 100 y 150 ejemplares. Basurero.
- Garcilla Bueyera (Bulbucus ibis). Unas 20 aprox. Basurero.
- Milano Negro (Milvus migrans). Unos 50 aprox. 
- Estornino Negro (Sturnus unicolor).
- Buitre Negro (Aegypius monachus) (3). Procedentes del roquedo, también.
- Golondrina Daurica (Cecropis daurica) (1).
- Rabilargo (Cyanopica cyanea). Encinas y jaras.
- Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala). La dueña absoluta de las jaras.
- Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris).
- Alcaudón Real (Lanius meriodionalis) (2). Llanos cercanos.
- Garza Real (Ardea cinerea) (2).
- Águila Calzada (Aquila pennata) (fase clara) (1). Llanos cercanos.
- Herrerillo C. (Cyanistes caeruleus).
- Gaviota Sombría (Larus fuscus) (1). Basurero.
- Palomas sp. Basurero. Tejado de los edificios.



     Hay algunas especies, que por su abundancia y comportamiento, merecen que nos detengamos un poco más en ellos.



Milano Negro (Milvus migrans).

     Como en su propio nombre científico se indica (migrans), el Milano Negro es una rapaz que viene de África para criar en estas tierras, allá por el mes de febrero, y está con nosotros hasta septiembre más o menos. Aunque suele ser un usuario habitual de los vertederos durante ese tiempo, lo cierto es que antes de la migración, comienzan a agruparse en gran número en estos vertederos, hasta que un buen día, deciden iniciar su viaje de regreso. De ahí, la gran cantidad de ejemplares en este lugar y en estas fechas, la que más en todo el año en este lugar. Fue todo un espectáculo poder ver tantos ejemplares a la vez volando en círculos, posados en las torretas eléctricas cercanas, junto a los escombros, etc. Además, no son infrecuentes los picados, vuelos acrobáticos, persecuciones y enfrentamientos entre ellos por algún resto, como los que yo pude observar allí mismo... ¡La diversión está asegurada!


Milanos Negros (Milvus migrans) posados en una torreta eléctrica cercana.





Cigüeña Común (Ciconia ciconia).

     De nuestra querida Cigüeña Común, emblema de la región de Extremadura, podemos decir que su comportamiento en este lugar, es bastante similar al del Milano Negro, si bien en número los superan con creces. Esto es, como ellos, llegan de África quizás algo antes, pero crían en fechas parecidas. Para julio, la práctica totalidad de los pollos, ya vuelan. E igualmente en estas fechas, se reúnen por decenas  y centenas en estos vertederos, antes de iniciar la vuelta a África, en impresionantes concentraciones, volando en círculos ("cicleando") en su vertical o zonas próximas, a veces hasta grandes alturas, muy visibles desde la distancia. 

     En concreto en este basurero, el comportamiento que vengo observando, y que se repite día tras día hasta su partida, podría sintetizarse del siguiente modo: Con las primeras luces del día, desde la dirección NE, hay un constante goteo de ejemplares que llegan a media altura. Pasan el día alimentándose entre los restos. A veces, remontan el vuelo, "cicleando" en gran número, como ya hemos comentado. Y finalmente, con las última luces del día, vuelven a los lugares donde pasan la noche, en continuo goteo, tal y como vinieron. En invierno, sin embargo, he podido comprobar, cómo después de pasar el día en este área, se reúnen en unas charcas cercanas situadas hacia el este, en donde pasan la noche agrupadas en su centro.

     Una última nota a destacar: recientes estudios nos han enseñado, que son los ejemplares más jóvenes sobre todo los que emigran, quedándose aquí una pequeña parte de la población. De ahí que podamos ver algunos de ellos también en invierno.




Buitre Leonado o Común (Gyps fulvus).

     Aunque no es ni mucho menos infrecuente ver Buitres en esta zona (más bien todo lo contrario), lo cierto es que desde hace unos años para acá, son algunas decenas los que no suelen faltar a "veranear" en los cercanos roquedos. En estas fechas, y a primeras horas del día, podemos verlos estáticos entre las rocas, no siendo hasta un par de horas después de amanecer (si no más), cuando deciden echar a volar. A partir de entonces, sobrevuelan toda la zona, tanto sierras y pastos cercanos, como ecoparque, entremezclándose con Milanos, Cigüeñas, Garcillas, etc. 

     Tan pronto pasa el verano, sin embargo, e inexplicablemente, la zona es abandonada por la inmensa mayoría, dejando incluso de pasar la noche en la cercana sierra. En primavera, visité algunas veces el lugar, con la esperanza de que algún año los Buitres aniden, sin éxito que yo sepa hasta ahora. Desconozco las razones. 




Buitre Negro (Aegypius monachus).

     Desde luego, lo mejor de la visita fue poder tener hasta tres ejemplares de esta especie, a poco más de diez metros sobre mi cabeza durante laaaaargo rato. En ninguno de ellos observé etiquetas de anillamiento. Una pena porque las hubiera podido leer sin problema alguno. Y es que nada más llegar, apenas amaneciendo, pude ya pude constatar la presencia del primero de ellos, en la copa de una encina lejana, a la derecha y más abajo de los roquedos. Durante la mañana, aparecieron los otros dos juntos, y pude observarlos a todos dando vueltas sobre los escombros, e incluso posados en el suelo. 

     Lo cierto es que no son una sorpresa para mi (en este lugar). Ya el verano anterior, pude observar alguno que otro exactamente en el mismo sitio. La suerte es que este año, se ha incrementado el número. Y tal y como ocurre con los Buitres Comunes existentes, estos también sólo son huéspedes en verano, desapareciendo también tan pronto acaba la estación, y volviendo ya sólo de manera esporádica.


Buitre Negro (Aegypius monachus).


Buitre Negro (Aegypius monachus) sobre el vertedero.




Fin de jornada.

     Resumiendo. Aunque la visita no pudiera parecer especialmente agradable a primera vista, no ya a este, sino a cualquier otro vertedero, la seguridad de saber que podremos encontrar sin dificultad gran número de aves, bien merece la pena, sobre todo en ciertas épocas del año, donde se acumulan por cientos o miles. Un buen lugar además, donde practicar identificación guía en mano de Gaviotas, por ejemplo, más abundantes en invierno, y otro tanto ocurre con la Fotografía. Existen multitud de posibilidades...